Hola amigos.
Siempre me han gustado las segundas oportunidades, pienso que
en la vida, si las sabemos buscar siempre podremos encontrar segundas, terceras
y las oportunidades que hagan falta, siempre que hayan ganas de enmendar
errores y de hacer las cosas bien. No somos perfectos y yo nunca he pretendido
serlo. Ustedes dirán que le pasa hoy a Pedro, por que viene esto a
colación. Muy sencillo, y si, lo se, hoy es domingo y es día de cuentos, y
precisamente de eso tratan estas lineas, haber me explico: resulta que publique
en este blog anteriormente un cuento en forma de dos entregas de nombre
·"Vienen" y aunque estoy bien contento con el, ya que para mi fue una
propuesta bastante arriesgada, no me sentía del todo satisfecho por
mi obra, no es que renegara de un hijo vamos a ver, pero considere
que quizás podía haber quedado mejor. Pero bueno la cosa quedo
así, hasta que hace unos días converse con una buena amiga que
lo había leído, y a la que respeto mucho por sus comentarios, y en
especial todos los que tienen que ver con literatura, ya que de eso ella
entiende mucho. Bueno el asunto es que le gusto el cuento pero me hizo algunas
observaciones y criticas, que no se quedaron solo como un buen
consejo, sino que me motivaron para ponerlas en practica (gracias amiga) y
entre otras cosas y después de releer el
original concienzudamente, reescribirlo un poco añadiéndole algunas
cosas con las que creo gana en contenido narrativo y hace más entretenida la
narración, y ademas hice algo que no había hecho con un cuento ya
terminado, le añadí un final alternativo como otro capitulo y un
epilogo y creo que ahora la historia gano en enteros.Eso es lo que
me gustaría publicar hoy en el blog, una re-edición de mi
cuento "Vienen" publicado de manera completa y no por parte, ya se
que es un poco largo pero así se lee mejor.Y como no somos perfectos, y en
especial yo, se que habrá quedado algún error que se me
haya escapado a las revisiones, se que sabrán perdonarme.
Y ya para
finalizar quisiera dedicárselo a mi amiga Aura, ya que sin sus
acertados comentarios no hubiera sido posible la re-edición de este cuento.
Espero les guste como ha quedado.
VIENEN (GRAN FINAL)
Allí estaba,
sentado a la mesa con la mujer más bella del mundo.
Así estaba ella,
sentada frente a mí simplemente mirándome.
Afuera en la
calle, no se oía absolutamente nada, era como si todo estuviera a oscuras,
inclusive los sonidos. Así estaba todo, silencioso, apagado, muerto.
El único ruido
que se oía, era el que producía el televisor del comedor de mi casa, donde
estábamos ahora.
Ella permanecía sentada, mirándome
fijamente con aquellos grandes y claros ojos, con aquella profunda y subyugante
mirada que te paralizaba, esa mirada que estaba a medio camino entre el amor y el deseo, en
fin me miraba con la profunda y sincera mirada de una mujer enamorada, de bella
mujer enamorada. De piel pálida, muy pálida. Por eso lo de su nombre ”La
Nívea”, como la crema; se lo había puesto uno de mis hijos el día que la
encontramos y le permitimos entrar a nuestra casa, no lo sabíamos pero
estábamos cometiendo el peor error de nuestra vida.
En cualquier
otro caso la escena podría haber pasado para el que no lo supiera, por
cualquiera escena de seducción entre una pareja de enamorados, pero nada más
falso. Yo estaba empapado en sudor, quería levantarme de allí y salir de
aquella habitación pero no quería hacerlo, no podía dejar de mirarla. Estaba
atado allí de alguna extraña manera que no comprendía, simplemente mirándola.
Pude ver extrañado lo que al principio pensaba que era alguna ilusión óptica,
pero no, no lo era, sonreía. Si, nunca lo había hecho, pero si ahora estaba
sonriendo. Su bella boca dibujaba una sonrisa sencilla y misteriosa, como la de
la Mona Lisa. Quería correr, salir de allí pero no podía, el tiempo, mi tiempo
estaba como detenido. Me di
cuenta que a cada instante
su sonrisa se hacia más y más grande, ahora abarcaba casi toda la cara, no
recordaba que tuviera la boca tan grande.
Estaba asustado,
ahora podía comprender tantas cosas, ahora sabia, pero por alguna razón no
podía levantarme de la mesa donde ella estaba sentada frente a mí. La mujer más bella que jamás
ojos humanos pudieran llegar a ver, allí simplemente, sentada frente a mi. Ella
“La Nivea”, con su sucio y raído vestido, siempre como lleno de moho y yeso,
que por ninguna razón aceptaba cambiarse, por más que se bañara y le dieras
otras ropas, prefería siempre volver a vestir con ese sucio harapo, pero que a
ella por el contrario, le quedaba como una segunda piel, destacando sus
majestuosas y rotundas curvas, las que encendían
mis más oscuros y calientes deseos, cada vez que la tenia enfrente de mi.
Pero hoy no es
así, algo no anda bien, ahora lo se y por eso tengo miedo.
Allí esta ella,
sentada en la mesa frente a mi, delante de un plato vació, y con un cubierto en
cada mano sencillamente mirándome y sonriendo. Esa sonrisa, Dios la sonrisa
literalmente le llega ya de oreja a oreja, y no, no es un truco, ahora lo se.
Quiero gritar,
salir corriendo, huir de allí, pedir ayuda, pero se que no valdría de nada,
allá fuera no queda nadie que pueda venir a ayudarme.
Estoy solo y asustado, pero no puedo dejar de
mirarla. Poco a poco su pálida y bella figura comienza a desaparecer, transformándose poco a poco en algo grotesco, macabro. Convirtiéndose en lo que realmente es.
Así espero,
empapado en sudor y paralizado por el horror, sentado frente a ella, sin
quitarme la vista de encima. Me mira y me sonríe, mostrándome de una manera
difusa el precioso blanco nacarado de sus perfectos y hermosos dientes.
Pero algo no va
bien, hay muchos dientes, demasiados dientes. Demasiado grandes. Demasiado
enormes. Como si todos fueran blancos cuchillos pálidos y hermosos colmillos.
Ahora lo se
todo, tarde lo he comprendido, pero ya no puedo hacer nada, es demasiado tarde.
Se me ha acabado el tiempo.
Le retiro la vista
esperando el momento, mi último momento, desviando la mirada para no ver ese
instante, simplemente contemplo ese plato vacío que yace frente de ella,
blanco, circular, inmaculado.
Ahora entiendo,
el plato, por que esta allí ese plato vació. Es para mí.
Allí esta ella.
Ha venido a por
mí.
Soy su alimento.
------ o -----
29 de marzo del
2010.
La Gran Ciudad.
España.
I
Pues bien, como
todo final tiene un comienzo, debo decir que esta historia, mi historia comenzó
hará ya un mes.
Fue una fría
noche de Febrero, a esas horas de la madrugada en la que todo esta tranquilo y
envuelto en silencios, cuando todos duermen pesada y abrigadamente confiados en
la paz de sus sueños.
El primero que
se percato de su presencia fue Lucas, nuestro perro.
Hacia ya varias
noches que casi siempre a la misma hora de la madrugada ladraba desde donde lo
poníamos a dormir en la cocina.
Aquel ladrido
por el que me levante para ver lo que lo ponía tan alerta, era diferente a los
demás ladridos de alerta que había emitido antes. Pues bien. Más que un ladrido
de alarma parecía un ladrido de miedo, de suplica, de espanto.
Una vez me
levante y caminando a tropezones en aquella oscuridad ya que no quise encender
la luz para no molestar a los demás, llegue a la habitación donde asustado
ladraba el perro. Abrí la puerta y el Collie, salió corriendo veloz hacia la
puerta principal, gruñendo y husmeando la puerta.
De repente se
oyó un débil ruido, breve, fugaz como de un arañar o frotar de algo sobre una
pared.
El perro al oír
ese sonido, se retiro de la puerta acurrucándose en una esquina, con los pelos
del lomo levantados y gruñendo de manera sorda, sin retirar la mirada de la
puerta.
Un poco
impresionado con esto, tome mano de un bastón de la abuela que siempre ponía al
lado de la puerta y mire a través de la mirilla al pasillo exterior, pero no
pude ver nada, el pasillo estaba a oscuras como es natural por lo que no pude
apreciar nada.
No se oía ruido
alguno por lo que procedí a quitar el cerrojo y abrir la puerta.
El perro
aparentemente ya estaba más tranquilo, se acerco a mi meneándome la cola como
agradeciéndome que le hiciera compañía. Aproveche que lo tenía a mi lado y abrí
la puerta.
Encendí la luz
del pasillo en el interruptor que tenía al lado de la puerta de entrada,
sacando de las penumbras aquellas oscuras y silenciosas escaleras.
Afuera no había
nada, el perro salio olisqueando de aquí
para allá, pero al no encontrar nada se dio la vuelta y salio. Había mostrado
un fugaz interés por una zona de la pared de las escaleras donde se apreciaba
como un leve cambio de color, como si se hubiera tapado y resanado con yeso la
misma después de reparar algo
en la pared.
Me acerque pero
aparte del cambio de color y de cierta frescura en el yeso de la pared, así
como cierto olor a humedad a viejo, no pude apreciar nada extraño, bueno entre
en mi casa otra vez, quizás había sido un ratón o un gato y por eso la alarma
del perro, bueno no me extrañaría, el edificio es viejo y la puerta principal
siempre esta abierta.
Lo que fuera ya
se ha ido, apague la luz del pasillo, cerré la puerta y pase el cerrojo y me
fui a mi habitación donde mi esposa dormía sin haberse percatado de nada, a
ver si podía volver a
descansar un poco.
Quizás había
sido solo eso, un solitario ratón buscando comida.
No lo sabia
entonces, pero que equivocado estaba.
II
Fue casualmente
cuando conversaba con Gerardo, un simpático vecino mayor que vive en la misma
escalera pero unos pisos más arriba, que me pregunto si no había sentido o
visto algo extraño en la comunidad en días pasados. Me Comento que hacia unos
días que no veía a la familia que vivía en el ático sobre su apartamento. La
ultima vez que converso con Jorge y María, al parecer le habían dicho que
tenían a una mujer pasando unos días con ellos en casa, no lo había entendido
bien pero al parecer si no estaba equivocado, la habían encontrado husmeando
por las escaleras una noche en que Jorge bajaba a botar la basura, parecía una
indigente y por lastima según parece la habían hecho entrar en su casa para
darle de comer y para que pudiera pasar la noche en un sitio más calentito,
últimamente las noches eran muy frías en el pueblo. Me indico que hacia unas
noches le pareció escuchar unos ruidos extraños que al parecer provenían del
ático, pero no estaba seguro, el edificio era viejo y en invierno siempre
crujían las maderas del tejamen. Por si pudiera ser algo importante, salió
de casa y subió las
escaleras hasta llegar a la
puerta de sus vecinos, pero no oyó nada, permaneció parado un buen rato frente
a la puerta pero no volvió a escuchar nada, quizás solo había sido eso, los
ruidos normales que hace la madera vieja.
No le volvió a
dar importancia al asunto porque todos los años los vecinos por estas fechas
salían unos días al sur a casa de uno de sus hijos, donde había mejor clima.
Pero lo cierto
era que no los habían visto más por el edificio.
Después de
despedirnos, me dedique a mis asuntos y cuando subía a casa, seguí unos pisos
arriba hasta llegar al ático, me había dado curiosidad la historia, vi la
puerta, se veía todo normal, me da vergüenza decirlo pero puse la oreja en la
puerta a ver si podía escuchar algo, pero no como esperaba, no se oía nada,
quizás fue eso lo que oyó el vecino, los preparativos del viaje que quizás
hicieron muy temprano al comenzar la mañana, si eso era todo, voltee y comencé
a bajar las escaleras cuando me percate de unas extrañas manchas que
había en unos peldaños más
abajo. Que raro, eran como manchas de yeso o escayola, como si se hubiera
movido algo por la escalera y hubiera rozándolas paredes arrancando algo del
friso a su paso. Toque aquello con los dedos y efectivamente parecía eso, yeso
o algo parecido, y que raro, si me fijaba bien, en la pared que había sobre
esos escalones, había una especie de mancha, algo tenue pero allí estaba, como
si se hubiera reparado algo en la pared y se hubiera tapado con yeso o con algo
parecido. La palpe con la mano y al tacto tenia una sensación fría y como de
humedad, pero no se veía mojada ni nada por el estilo, quizás solo eso, una
sensación.
Bueno, no
habiendo más nada que reclamara mi atención, me volví sobre mis pasos y me fui
a casa.
Cuando estaba
entrando recordé la extraña mancha que había descubierto bajando por las
escaleras el otro día, que casualidad, se parecía mucho a la que acababa de ver
arriba, raro pero no imposible, el edificio era viejo, y podría haber humedades
sobre todo por estas fechas, si eso debía ser.
Entre en mi casa
y cerrando mire de reojo al pasillo, por un instante me pareció sentir como si
alguien estuviera observándome, pero no, no había nadie, me había puesto algo
nervioso, eso había sido todo, nada más.
Cerré la puerta,
no había nadie.
De verdad no
había más nadie allí?
III
Una noche
algunos días después, durante la cena, la abuela me había dicho que llevaba
escuchando unos raros ruido hacia ya algunos días, casi siempre de madrugada,
como susurros, como si alguien fuera arrastrando los pies o algo por el
pasillo, y me comento que el perro también lo había percibido, ladrando
inquieto y siempre hacia la puerta principal, ella me dijo que en varias
oportunidades se había
atrevido a echar una ojeada a través de la mirilla pero no había visto nada,
quizás solo fueran ratones, quizás por eso ladraba el perro.
Le comente que
yo también en noches pasadas lo había escuchado pero que tampoco había visto
nada.
Seguimos comiendo
y le comente a mi mujer lo que me había comentado Gerardo el vecino sobre los
vecinos del ático.
Ella me comento
que también tenia tiempo sin verlos, y que casualidad ahora que lo decía tenia
días que no había vuelto a ver a Gerardo, era de esos vecinos que siempre
parecía estar en todas partes, y tenia tiempo que no se había vuelto a
encontrar con el.
- Ahora
que lo dices, yo tampoco, que curioso. Se habrá ido de vacaciones también.-
IV
Fue al día
siguiente cuando la descubrí, bueno más bien la noche.
Cuando regresaba
de botar la basura y pasar a Lucas, la descubrí.
Entre en el
portal e inmediatamente Lucas empezó a ladrar como loco hacia una esquina
oscura, al fondo donde no daba la luz.
Allí acurrucada
estaba ella.
Agarre al perro
y trate que se calmara y le indique que no tuviera miedo, que se acercara que
no le pasaría nada.
Tardo un buen
rato, por lo que creí que no me había entendido o que tal vez fuera sorda, pero
después de mirar a un lado y otro pareció ganar confianza y parándose comenzó a
acercarse a mí.
Lo hacia de
manera lenta, a pasos lentos, como si arrastrara los pies.
Al llegar frente
a mi, vi que era una mujer, algo sucia y vestida por ropas muy descuidadas y
raídas, blanca, su piel era blanquísima, de un blanco que me parecía imposible, su pelo era negro como el azabache y
tan oscuro como la noche, tenia un par de hermosos y grandes ojos azules y por
sobre todo una hermosa boca que destacaba mejor los rasgos agradables de su
cara.
Me fije que era
alta, no lo parecía al estar acurrucada, pasaría el metro ochenta largo, quizás.
Aunque estaba
sucia y mal vestida, no parecía enferma o mal nutrida, le pregunte que hacia
allí, como se llamaba y varias cosas más, pero solo obtenía una mirada por
respuesta, muy bella si, turbadora, hipnótica pero nada más, ni una palabra. No
creo que llegara a los treinta años.
Por los rasgos
podría ser alguna extranjera que quizás había venido en plan hippie de
vacaciones quedándose sin dinero, quizás hablaba otro idioma y por eso no me
entendía, o por que no quizás tenia algún tipo de problemas y no podía hablar.
Le dije que no
podía estar allí que tendría que irse, pero seguía parada allí, no parecía
entenderme.
Viendo la hora
que era, muy tarde ya, y viendo que no parecía entenderme, sopese la decisión
de pedirle que me acompañara y pasara esa fría noche en casa, con nosotros, no
es lo normal, pero en estas condiciones sabia que María entendería y lo
aprobaría,, y además seria una sola noche.
Le dije que
estaba bien, que me acompañara, que me siguiera, que podía pasar la noche
en casa, como no parecía
entenderme, por señas le indique que me siguiera, y después de varios intentos
procedí a tomarla por uno
de aquellos blancos y níveos brazos y hacerle señas para que me siguiera. El
contacto con su piel fue algo raro, no podría definirlo, fue como si a través
de ese toque se hubiera metido en mi mente, contándome cosas, se sintió muy
agradable, volví a tocarla, parecía gustarle, me llego a la mente entre otras
cosas que podía tener hambre.
Le pregunte si
quería comer, si tenía hambre.
Eso al parecer
si lo comprendió, y sobándose
el estomago con una de aquellas delicadas y hermosas manos, me hizo saber que
si con suaves movimientos de arriba debajo de su cabeza y luciendo una bella y
turbadora mirada, me fije en sus grandes labios, por los que corrían a ambos
lados unas pequeñas líneas de saliva, posiblemente tenia tiempo que no comía
algo decente y de manera correcta.
El perro aunque
calmado seguía un tanto receloso por lo que decidí que subiera solo escaleras arriba.
Toque el
telefonillo y le indique a María que subía con una invitada, que le explicaría
arriba, y le indique a la desconocida que me acompañara, cosa que esta vez
entendió a la primera, y comenzó a subir a paso lento cada uno de los
escalones. Fue así como me fije que tenia la espalda como sucia de algo blanco,
tierra o algo parecido, si como si fuera yeso, eso parecía, tenia la espalda
como si se hubiera restregado en yeso, que en ciertos lugares parecía estar aun
algo fresco, quizás se había acostado en alguna escombrera o algo por el
estilo, no le dije nada, quizás podría ofenderla si le preguntaba algo.
Seguimos
subiendo en silencio y de vez en cuando volteaba a mirarme reflejando una
profunda gratitud en sus azules ojos claros.
Si hubiera
revisado el sitio donde la había encontrado acurrucada, me habría dado cuenta
la existencia de aquella mancha en la pared, difusa, grande, como de yeso
fresco.
V
María cuando me
vio llegar con aquella mujer reacciono como lo imaginaba, y no fue después de
explicárselo bien y decirle que seria por solo aquella noche que acepto.
Acordamos que dormiría en el pequeño cuarto trastero que existía al lado de la
cocina por lo que no molestaría a nadie.
Mis hijos se
quedaron algo extrañados al verla, asombrados por la absoluta blancura de su
piel, nunca habían visto a nadie tan pálida, parecía me dijo el mayor como si
su piel fuera de crema Nivea, me hizo gracia el comentario, como la crema
Nivea, así de blanca era.
Mientras yo me
dedicaba a acostar a los muchachos,- mañana tenían que levantarse temprano, ya
que saldrían de viaje para pasar unos días en casa de mi hermana, en la gran
ciudad -; vi que entre María y la Abuela se la ingeniaron muy bien para hacerla
entender que debía tomar un baño, cosa que hizo pero no acepto ponerse una ropa
para estar por casa de mi esposa que le dieron, sino que volvió a ponerse la
ropa que tenia puesta, no hubo manera de convencerla.
Le sirvieron en
la mesa de la cocina y allí demostró que debería llevar mucho tiempo sin poder
comer bien. Huevos, dos, cuatro, seis, pan, queso, jamón, mantequilla, leche,
no le parecía gustar mucho el agua ya que no la probo. Cuando acabo con todo,
parecía seguir teniendo hambre por lo que la abuela le ofreció lo que había
quedado del guiso de carne de la mañana. No acepto que lo calentaran y se comió
ella sola casi la mitad, bueno lo que quedaba del guiso. Allí desapareció a una
velocidad impresionante toda la carne que había en la olla, pero eso si ni una
sola patata, además al parecer del agua eso tampoco le gustaba.
Cuando termino y
como seguía pareciendo que tenia hambre, por señas indico que quería más, ahora
con la cara más repuesta, lo único que quedaba eran algunas frutas, las que no
quiso, al perecer no le gustaban los vegetales, y yogures y algunos
flanes, los que si quiso y
acabo con todos.
Cuando termino
por fin de comer, nos regalo con sus ojos una radiante y serena mirada, y por
un instante su boca dibujo el esbozo de lo que podría ser quizás una pequeña
sonrisa, pero no era una sonrisa era otra cosa, una mueca, un gesto tal vez,
posiblemente su manera de decirnos “gracias”. Apto seguido le indique que me
acompañara al cuarto donde dormiría esa noche, mientras mi mujer y la abuela
recogían la cocina. Le mostré la cama indicándole que allí podría dormir. Ella
la miro, después me miro a mí, me mantuvo la mirada unos instantes y miro la
cama otra vez, después me volvió a mirar y se quedo así, como esperando. No
entendía que quería decirme pero al rato creí comprenderlo, me estaba
preguntando si dormiría yo con ella, por unos instante y mientras mantuvo la
mirada clavada en mi, sentí un profundo deseo de estar allí, de acostarme con
ella, era como una profunda sensación animal, como una avasalladora ansia que
invadía mi ser, pero no, no podía ser, ella estaba confundiendo la generosidad
con otra cosa, le indique que no que tenia que dormir sola ella allí.
Me levante,
indicándole que cerraría la puerta y la dejaría sola para que pudiera descansar.
Le desee Buenas
noches y salí de allí cerrando la habitación.
Note que me
temblaban las manos, como si un escalofrió extraño, no sabría definir de que me
invadiera todo el cuerpo, tenia la frente cubierta de gruesas perlas de sudor y
a mi espalda la camiseta estaba completamente empapada del mismo.
Había algo
turbador para mí en aquella mujer.
VI
Lucas no esta,
no aparece.
No lo sentí
cuando lleve a los muchachos a la estación de tren. María me dice que lo
escucho como gruñir en la noche pero no estaba segura, lo ha buscado por toda
la casa pero no aparece.
Le digo que se
tranquilice, quizás cuando salí en la madrugada, se coló por la puerta mientras
sacaba las maletas y se fue a la calle, no seria la primera vez, si esta en el
pueblo estará por hay en sus cosas, cuando le de hambre veras como regresa.
Es verdad Lucas
se había escapado varias veces, pero uno siempre se daba cuenta cuando lo
hacia, era como un juego para el, te dabas cuenta de que se escapaba porque
siempre parecía avisar.
Esta vez no, pero bueno ya aparecerá.
Fuimos a ver a
la mujer, la Nivea, pero sigue durmiendo, aparentemente esta presa de un
profundo sueño y lo que observamos es que tiene el vientre bastante hinchado,
imagino será que debe tener una indigestión bárbara por todo lo que se comió
anoche. Suda profundamente, es algo extraño, es como si sudara talco o algo
parecido. La abuela la ha tocado en la frente pero no parece que fuera fiebre,
debe ser un problema de digestión, y lo del sudor pudiera ser algo metabólico,
quizás esta enferma, tiene algún virus o algo. María se molesta porque esto
altera un poco los planes, esperaba se fuera en la mañana, y si se enferma
tendremos que tenerla más tiempo en casa. Me siento un poco culpable por que
fui yo el de la idea de traerla, pero bueno esperaremos que despierte y este
mejor para que se valla.
A la vuelta de
la estación pase por la tienda a comprar algunos víveres, ayer la invitada nos
dejo las existencias un poco bajas.
No se si será
casualidad, pero me ha parecido ver en muchos portales de viviendas, y en
muchas paredes, unas curiosas manchas que se asemejan mucho a las que han
aparecido en las escaleras de nuestro edificio. Me detuve frente a una en la
propiedad al lado nuestro y de verdad es bastante similar, como si se hubiera
reparado algo con alguna especie de yeso, y todavía pareciera estar un poco
fresco. De hecho ahora que lo pienso en varias calles he visto también, restos
blancos de un materia que parece talco, o quizás restos de lo que emplearon
para tapar los agujeros.
Carlos el de la
tienda, me pregunto si había visto las manchas que desde hace unos días estaban
apareciendo por todo el pueblo; le dije que si, y también me comento que había
mucha gente que había dejado de venir a la tienda, por ejemplo la señora Rosa
que venia todos los días desde hace años a comprar el pan, no había regresado a
la tienda hacia ya casi una semana, eso le parecía raro, ya que era una mujer
mayor que vivía sola, y se preocupaba le hubiera podido ocurrir algo.
Cuando regresaba
a casa, me dio por pasar por la casa de la Señora Rosa. Todo se veía normal,
aunque no se escuchaba ruidos en el interior de la vivienda que delataran su
presencia allí. Toque la puerta pero no tuve respuesta. Vi que por casualidad
también había allí en unas de las paredes de su casa una de aquellas manchas.
Regrese a casa,
llamaría por teléfono a la policía y les pediría que le hicieran una visita a
ver si tenían mejor suerte.
VII
Pasaba ya de la
hora de comer y Lucas seguía sin aparecer.
La nívea parecía
que se encontraba mejor, ya no lucía el abdomen hinchado ni sudaba, pero seguía
durmiendo profundamente, por lo que decidimos comer nosotros, así seria mejor.
Mientras
comíamos le comente a María y a la abuela, lo de las manchas que estaban
apareciendo por todo el pueblo, lo que me había comentado Carlos el de la
tienda, y lo de la vista a casa de la Señora Rosa. También le comente que había
llamado a la policía para reportarles eso y no me había atendido nadie, por lo
que tuve que dejarles el mensaje en el contestador. Le pareció raro a ambas,
pero la abuela sugirió no preocuparse, decía que a veces, en Villena de las
Cuevas, como en muchos pueblos, por casualidad ocurrían cosas, lo que es natural
(todos conocíamos los cuentos que nos contaba la abuela sobre el descamisado de
las ruinas de la vieja huerta, de los historias de los niños perdidos de la
cuevas, del antiguo circo de los gitanos y de otras historias más). A veces las
cosas sucedían todas a la vez y después durante mucho tiempo no volvía a
ocurrir nada, así eran las cosas por los pueblos, y sobre todo en pueblos viejos y con muchas historias,
como en aquellos donde vivía mucha gente mayor; quizás la abuela tenia razón,
por lo que decidimos no darle más importancia al asunto y seguimos comiendo,
por cierto una carne estofada que estaba muy, pero muy buena.
Estuve toda la
tarde y parte de la noche paseando por el pueblo y sus alrededores buscando al
perro; pero nada, Lucas no daba señales de vida por ninguna parte, eso me tenia
preocupado, no me gustaría le hubiera pasado nada al animal, tenia mucho tiempo
con nosotros por lo que formaba parte de la familia, y aunque se estaba
poniendo viejo todavía estaba muy ágil y era especialmente cariñosa con los
niños y la abuela. Después de recorrer todo los lugares por donde acostumbraba
a ir, llegando inclusive a echar un vistazo por la Peña de las Cuevas, por si
en un descuido pudiera haberse caído en alguna de ellas, pero la búsqueda allí
no dio ningún resultado, por lo que decidí volver.
Cunado regresaba
lo hice por la calle mayor y aunque era de noche, me sorprendió para lo
temprano que era, no cruzarme a nadie por la calle. Todo permanecía tranquilo y
solitario, demasiado callado para el trafico de personas que debería haber en
aquellas horas por allí. Observe que eran pocos los comercios que estaban
abiertos, muy pocos por cierto. Cuando pase enfrente de la Farmacia de Julián,
este salió y nos saludamos, hacia tiempo que no nos veíamos y un rato de
conversación siempre cae bien. Me comento lo solo que se estaba poniendo el
pueblo, lo que le parecía extraño, Julián siempre había sido un poco paranoico,
por lo que su comentario no me pareció extraño viniendo de él, pero había algo
de razón en lo que decía, yo también comenzaba a tener mis propias ideas al
respecto. Me estaba comentando que su vecino, Pepe el la librería junto a su
negocio, ayer como todos los días al cerrar ambos sus respectivos negocios, se
habían despedido como siempre, y hoy no había abierto la tienda. Quizás tubo
algún compromiso le dije, o quizás podía haber caído enfermo, esas cosas pueden
ocurrir. Si eso mismo me dijo el, pero lo extraño es que al venir a la Farmacia
paso por su casa y todo estaba cerrado, las ventanas, cortinas, todo, su casa
estaba silenciosa como si se hubieran ido, le dije que podría ser, alguna
salida imprevista, a veces esas cosas pasan, le dije que lo mejor era que no
siguiera pensando en ello. Hacia tiempo que no nos veíamos y María y su mujer
eran buenas amigas, por lo que sugerí nos reuniéramos, podríamos comer algo,
tomarnos una buena botella de vino ya si podríamos conversar y pasar un rato
agradable. Pues dicho y hecho, le encanto la idea y me dijo nos invitaba a su
casa, que cenaríamos juntos, mañana era domingo por lo que no tendría que
abrir. Me pareció buena idea, por lo que acepte, quedamos en vernos a las
nueve, nos despedimos quedando en que yo llevaría algo de música, tenia unos
nuevos discos que quería que escuchara, y me fui a casa.
Al regresar
observe alarmado que aquellas manchas que había observado en otras partes del
pueblo, parecían estar ahora por todos lados. Me preguntaba que podrían ser.
Al pasar por
casa de Pepe, vi entre las sombras que también había una de aquellas grandes
manchas en la pared junto a su puerta.
VIII
Al llegar a
casa, le comente al María lo de la invitación a cenar en casa de Julián, lo que
le pareció estupendo, hacia tiempo que no charlaba con Sara, tenia gana de
reírse de sus chistes, ella era muy graciosa
y ocurrente. Se lo comentamos a la abuela y estuvo de acuerdo en que
saliéramos, nos haría bien.
Les comente que
no había encontrado a Lucas, les comente todos los sitios por donde lo había
buscado, pero sin resultado, no había señales de el en ningún lado, eso
preocupo un poco a la abuela ya que el animal le hacia siempre compañía y
ayudaba a pasar mejor sus ratos de soledad, bueno ya aparecerá nos dijo, ahora
termine de arreglarse que se les hace tarde.
Mi única
preocupación era dejarla sola con la Nivea, pero esta seguía profundamente
dormida, ya no tenia fiebre y comenzaba a tener mejor aspecto. Me molestaba ya
que solo tenia que quedarse una noche, pero el plazo tendría que extenderse.
María me dijo que no me preocupara, si mañana estaba mejor, hablarían con ella
y le pedirían que se marchara. Hablamos con la abuela y nos dijo que ella no
tenía problemas de quedarse sola en casa con la Nivea, además nos dijo que
mientras estuviera durmiendo no le molestaba y si se despertaba quizás quisiera
comer algo, por lo que tendría faena y así no se aburriría, además hoy en la
noche pasaban uno de esos programas de cotilleo que tanto le gustaban, así que
estaría entretenida.
Pues nada una
vez estuvo todo arreglado, cogí alguno de los últimos discos que había
comprado, María se llevo también una botella de moscatel para compartir con
nuestros anfitriones y nos fuimos.
Durante el corto
trayecto nos sentimos los dueños del pueblo, teníamos la calle para nosotros
solos, pues no había ni un alma en ella, estaba vacía y solitaria, raro de
verdad para la hora que era.
IX
Volvimos a casa
con las primeras luces del día, no imaginaba que fuera tan tarde, o tan
temprano, pero la reunión estuvo estupenda, hacia tiempo que no la pasábamos
tan bien y tan divertido, por lo que sin prisas, y algo achispados por la
bebida, dejamos que el tiempo fuera pasando alegremente.
Al llegar no se
oía nada en casa, por lo que supusimos la abuela y la Nivea estarían durmiendo,
por lo que tratando de hacer el mínimo ruido nos fuimos a nuestra habitación a
tratar de hacer lo mismo.
X
Comenzaba a
atardecer cuando nos levantamos. Nos extraño no haber sido interrumpidos en
nuestro descanso por la abuela para preguntarnos si queríamos comer, por lo que
sin esa interrupción dormimos a pierna suelta.
Después de
darnos un baño, salimos de la habitación y nos fuimos a la cocina, teníamos
mucha hambre.
Todo estaba en
silencio, María me dijo que quizás la abuela habría salido a misa, como todos
los domingos, quizás nos aviso pero tal vez como seguíamos durmiendo ni nos
enteramos.
Tampoco había
comida hecha, eso si nos extraño un poco, la abuela siempre cocinaba
abundantemente los domingos, por lo que siempre quedaba bastante para el resto
del día.
Después de
revisar la nevera, cogimos un poco de todo lo que había en ella y nos hicimos
un arroz estupendo, teníamos tanta hambre que acabamos casi con todo lo que
habíamos hecho, y cocinamos para cuatro personas.
Una vez ya más
repuestos, nos fuimos a ver televisión a la sala. Antes paseamos por la
habitación donde dormía la Nivea y abrimos la puerta. La habitación estaba
vacía, la cama estaba hecha y todo lo demás estaba en orden. María se fijo que
había algunos restos de talco o yeso sobre la colcha, nada importante solo
pequeños restos. Imaginamos se despertó, comería algo y quizás la abuela tuvo
alguna conversación con ella y la convenciéndola a marcharse. Bueno por lo
menos así teníamos un problema menos.
Cuando nos
íbamos y al cerrar la puerta observamos con asombro que sobre esa pared había
una especie de sombra, al acercarnos vimos que era una de aquellas extrañas
manchas. Parecía como si se hubiera tapado o reparado el friso de la misma no
hacia mucho, tocamos la mancha y al tacto todavía estaba algo húmeda, por lo
que podía decirse que era reciente. Nos miramos sin saber que hacer, confieso
que me dio miedo encontrar
una de aquellas manchas dentro de mi casa, y María también estaba consternada,
me pidió llamara a la policía y diera el parte por si pudiera haber sido algún
boquete hecho para entrar a robar, así lo hice pero otra vez tuve que dejarles
el mensaje en la grabadora ya que no contestaron. De todas formas revisamos
toda la casa, chequeando las cosas de valor y las joyas y aparentemente no
faltaba nada.
Regresamos a la
sala y nos pusimos a ver televisión solo después de que revisamos toda la casa
y encontramos todo en orden, María me pidió le sirviera un whisky, estaba
nerviosa, buena idea, me tomaría uno también, yo también comenzaba a ponerme
nervioso. Esperaríamos a la abuela, quizás ella habría visto u oído algo y nos
podría dar alguna explicación.
En la televisión
estaban pasando una de esas películas de miedo que pasaban los domingos por las
noches, decidimos cambiar de canal, hoy los ánimos no estaban muy por la labor,
después de cambiar varias
veces los canales, nos decidimos por un programa de variedades un poco pasado
de tono, quizás eso nos
animaría un poco y nos haría la espera más relajada.
XI
Dejamos de ver
la televisión solo cuando nos comenzaron a doler los ojos, después de
terminarse el programa de variedades, vimos otro de animales, y cuando acabo
este vimos otro sobre predicciones astrológicas, hasta que ya no pudimos más.
María estaba
realmente asustada, eran más de las tres de la mañana y la abuela no había
regresado a casa, ni habíamos recibido noticias suyas. María quería que
saliéramos a buscarla a esa hora por si pudiera haberle pasado algo en la calle.
A esa hora hacia mucho frió en la calle, por lo que nuestra búsqueda se limito
a las manzanas más cercanas a la casa, pero no la encontramos ni había señales
de ella en ningún lado, todo estaba oscuro, helado y en silencio, comencé a
preocuparme, ya con esta temperatura sin
el abrigo adecuado, uno se helaría en poco tiempo, el gélido viento soplaba con
fuerza desde las altas peñas, helando los campos y viñedos a su paso en aquella
época del año. Decidimos volver a casa y llamar otra vez a la policía para
notificar su desaparición, y solicitar se hiciera una búsqueda. Le dije a María
que volveríamos a buscarla apenas amaneciera y si era necesario llegaríamos hasta los
poblados cercanos de ser necesario, trate de tranquilizarla, mañana la
encontraríamos, ya sabes como es ella, la encontraríamos y estaría bien, y nos
contaría una de sus particulares y absurdas historias como escusa, nos
reiríamos y nos iríamos a casa, viendo que no podíamos hacer más nada a esas
horas, María trato de tranquilizarse y agarrándome de la mano, me pidió que nos
fuéramos a casa, - mañana la encontraremos-, me dijo también.
XII
He de confesar
que nuestra búsqueda fue inútil.
Realmente no
pudimos dormir, descansamos algo pero más nada. Aria estaba de verdad muy
preocupada, nunca la había visto así. Aprovechamos las primeras luces del alba,
para salir a buscarla, después de una generosa ración de café negro, salimos a
buscarla.
Las primeras
luces del día dejaban ver sobre muchos sitios, las señales de que la noche
anterior había sido fría, sobre algunos coches, sobre la hierba y algunas
plantas, había señales. Allí donde el sol no había llegado aun con sus cálidos
rayos, se apreciaban ligeras y tenues manchas de escarcha sobre lo que había
quedado expuesto al frio de la noche. La situación era delicada, y sobre todo
para una persona mayor, no lo suficientemente abrigada, y no preparada para
pasar la noche al raso. No mirábamos silenciosamente y aunque no nos dijimos
nada, solo podíamos esperar malas noticias.
Volvimos a
recorre las calles de las manzanas próximas sin éxito; decidimos entre calles
solitarias aun, ampliar el radio de la búsqueda. Recorrimos cada una de las
calles de la periferia hasta llegar a las afueras del pueblo. Seguimos buscando
por los alrededores, por las fincas, por los viejos cortijos, fuimos a los
viñedos situados a las afueras del pueblo, e inclusive subimos casi hasta la
mitad de las peñas, aunque al no encontrar nada decidimos regresar y echar un
último vistazo en las cuevas. Nada, no había ni una sola señal, ni una huella
que nos indicara de la presencia de la abuela. Ni rastro de ella, ni por esos
campos, ni en los alrededores, ni tampoco en el pueblo. Había desaparecido.
Al volver al
pueblo, decidimos pasar por la comisaria a reportar su desaparición, ya que
nunca contestaban el teléfono. Al rato y algo cansados, llegamos a una estación de policía con la puerta
y las ventanas cerradas, algo de verdad muy extraño. Tocamos varias veces pero
no tuvimos respuesta. Siempre la estación estaba abierta, siempre había algún
agente de guardia, pero ahora estaba cerrada, y por lo que podía ver, parecía
llevar algún tiempo así. María se preocupo más, no sabíamos que hacer. Un nuevo
peso ocupo su lugar en el negro saco de mis preocupaciones, un saco que
desconocía que cargaba pero que últimamente no hacia sino ponerse más pesado.
Me extraño
también encontrar en varias de las paredes de la comisaria, así como en muchas
paredes por todo el pueblo, aquellas misteriosas y grandes manchas como de yeso
blanco, note también que por sobre las calles había muchos restos de los que
parecía polvo blanco ¿Yeso?, que la fuerte brisa de la mañana comenzaba a
barrer, haciendo que estos restos junto con los de hojas y otros desperdicios, comenzaran
a cumularse en las esquinas de algunas calles.
Eran casi las
diez y también nos dimos cuenta de que casi no había ni un alma por la calle.
La calle a esta hora debería tener un tráfico normal de personas y coches, pero
salvo uno que otro vecino, o algún coche, no había mayor presencia, aquello era
poco frecuente para ser un día laboral. Había algo de todo aquello que n me
gustaba para nada. No sabia como explicarlo, pero en el fondo entendía que
aquello no era normal, que algo grave estaba pasando en el pueblo, y había que
hacer algo.
XIII
Decidimos pasar
a contarle lo sucedido a Julián. La librería de Pepe seguía cerrada, como
estaba la última vez que la vi hace unos días. La mancha en la pared seguía
allí, me acerque y la toque, estaba seca, y a decir verdad, parecía perder
color conforme pasaba el tiempo, cosa que ya había apreciado con algunas de las
primeras manchas que había visto, como si el color original de la pared se
fuera recuperando conforme pasaba el tiempo, quizás si eso era así en algunos
días no quedaría señal de las manchas; indudablemente estaba ocurriendo algo
raro en el pueblo, aquello no podía ser normal.
Entramos a la
farmacia, y nos recibió Julián sorprendido, nos comento que habíamos sido sus
primeros clientes, de hecho no había visto a más nadie en lo que llevaba de
mañana, llegando incluso a pensar, según nos comento, si podría ser un día de
fiesta que hubiera olvidado. Le respondimos que no, que hoy no era fiesta, y
que también nos extrañaba lo solo que lucia el pueblo.
Nos invito a
sentarnos y le contamos lo sucedido. Miro a María con gesto de preocupación
sincera y nos pregunto en que podía ayudarnos. Le comentamos que nos habíamos
encontrado la comisaria de policía cerrada y nos disponíamos de ir al cuartel
de bomberos, a ver si podíamos obtener ayuda allí. Se ofreció a ayudarnos en la
búsqueda al cerrar la tienda, hablaría con su mujer y pasarían por casa,
esperaba que para ese entonces ya hubiera buenas noticias.
Nos despedimos y
salimos de allí.
XIV
Subimos por la
avenida principal y doblamos a la izquierda en la calle Conde Alfaro, para
seguir hasta el final por la amplia cuesta hasta el cuartel de bomberos.
Confieso que me
canse al subir, tenia tiempo que no subía esa inclinada cuesta. Nos paramos
para tomar algo de aire y reponernos antes de seguir hacia la entrada. Ya más
repuestos doblamos la esquina de la edificación para llegar a la entrada, y al
hacerlo nos encontramos con que allí también, y misteriosamente todas las
entradas estaban cerradas. La entrada de los talleres, la entrada principal,
las salidas de emergencia, la salida de los coches, en fin todas las puertas y
salidas, ventanas, todo estaba cerrado.
Nos quedamos
mirando, jadeando todavía un poco por el esfuerzo al subir, sin saber que
decirnos, la mirada de María me decía sin palabras que tenia mucho miedo. La
situación ya pasaba de lo normal, estas cosas no podían estar pasando en el
pueblo, no en Villena de las Cuevas; allí nunca pasaba nada malo, era un pueblo
muy tranquilo, esto solo pasaba en las películas de terror de los sábados por
la noche, o en los cuentos que leía uno de sus hijos, o en las antiguas
historias de la abuela, aquellas cosas tan misteriosas no pasan en la vida
normal, y mucho menos en nuestro pueblo.
Después de
explorar los alrededores de la estación, y tocar a las puertas para ver si
alguien nos abría; o esperar escuchar algún ruido desde su interior que
delatara la presencia de alguien allí; decidimos salir de allí y regresar a
casa al no recibir ninguna respuesta.
Bajamos
aquella inclinada cuesta tomados de las manos. María permanecía cabizbaja, con
la mirada llorosa, perdida en sus pensamientos. Sabía lo que pasaba por su
mente en esos momentos. No le quise decir nada, pero había visto más de
aquellas manchas sobre las paredes del cuartel, y me fije que los arcenes a
ambos lados de la calle estaban llenos de ese polvo o arenilla blanca, que allí
en aquella cuesta, con las primeras lluvias, el agua barrería las calles,
llevándose cuesta abajo aquello en forma de un blanquecino y húmedo tropel.
Al bajar por la
avenida principal, me fije que a lo largo y ancho de aquella vía, todas las
casa, edificios y tiendas de la zona estaban cerradas, puertas y ventanas,
todas completamente cerradas, misteriosamente cerradas para aquellas horas. No
quise mirar más, ya las había visto también, las manchas parecían estar en
todas y cada una de esas paredes.
Mientras nos
íbamos a casa, nuestros pasos iban dejando sobre la acera una leve huella sobre
manto de polvo blanco que parecía cubrirlo todo.
XV
Al llegar a
casa, vimos que había que había un mensaje en el contestador telefónico. Era
Julián para saber si teniamos noticias. Descolgué el teléfono y lo llame,
mientras María iba la
cocina a preparar algo para comer.
Me contesto algo
nervioso, me pregunto como nos había ido y le comente lo sucedido, me confeso
que estaba también preocupado y bastante asustado, me dijo que en toda la
mañana no había entrado nadie a la tienda, me dijo también que no se había
cruzado con nadie al regresar a casa, ahora que lo decía nosotros tampoco nos
habíamos topado con nadie. Me confeso también que le preocupaba Sara, le había
comentado que a lo largo de toda la mañana había estado escuchando unos
extraños ruidos en algunas paredes, como si arañaran o escarbaran con las uñas
la pared por el otro lado o algo parecido, me confeso que cuando llego pudo
oírlos brevemente, aunque ahora parecían haber cesado, Julián siempre había
sido un poco paranoico, por lo que en cualquier otro momento hubiera pensado
que desvariaba, que eran otra de esas manías persecutorias suyas, pero ahora
sabia que podía tener rezón que algo podía haber detrás de aquellos ruidos,
quizás pudieran estar relacionados con las manchas, no lo sabia, pero como
Julián, comenzaba a tener miedo, un miedo que no podía explicar pero que allí
estaba. Un miedo que como a su amigo y a su esposa, y como a María, se mezclaba
con una gran dosis de ansiedad y fuerte angustia. Trate de darle ánimos, algo
un poco difícil para mi en estos momentos, ya que comenzaba a perder la solidez
de mis lógicas barreras mentales, y comenzaba a cuestionarme muchas cosas,
comenzando a elaborar absurdas explicaciones a las cosas que estaban
sucediendo; la desaparición de Lucas, de la abuela, y de cada uno de los
vecinos; del aislamiento y soledad cada ves mayor en el pueblo; de la aparición
de aquellas manchas, de aquella arenilla o polvo blanco que comenzaba a estar
en todas partes; de la misteriosa aparición de aquella mujer, “la Nívea” y su
súbita desaparición; en fin muchas cosas en las que pensar. Le dije a Julián
que hiciera algo, que se quedara en casa y no fuera a trabajar esa tarde, que
solo por seguridad, por si acaso, cerrara con llave la casa, nosotros
comeríamos algo, descansaríamos un poco, y a finales de la tarde iríamos a su casa,
y juntos planearíamos algún plan a seguir. Así quedamos.
Cuando colgué,
entre a la cocina, pero antes de hacerlo entre en la habitación donde había
dormido “la Nívea”. La habitación seguía igual a como la habíamos dejado, me
acerque a la pared donde estaba la mancha, comenzaba a secarse como alguna de
las otras que había visto, Salí y cerré la puerta con llave, me asegure que
estaba bien cerrada y me guarde la llave, no le diría nada a María, no quería
asustarla, sé que no era un pensamiento racional, pero lo hacia solo por si
acaso, así me sentía un poco más seguro.
XVI
Aunque teniamos
mucha hambre, no comimos mucho, no pudimos hacerlo; comimos solo lo suficiente,
las preocupaciones parecían haber llenado también nuestro estomago minando
nuestras ganas de comer. Decidimos irnos a descansar hasta que llegara la hora
en que teniamos que ir a casa de Julián, María me ofreció una de sus pastillas
para calmar la ansiedad, preferí no tomarla, María si lo hizo, me dijo que lo
necesitaba, quizás así pudiera echar una cabezadita en la cama. Nos acostamos
sin ni siquiera desvestirnos, solo nos quitamos los zapatos, al rato de
acostarnos María se quedo dormida profundamente. Aproveche que dormía y me
levante para revisar por la casa a ver si podía encontrar alguna herramienta o
algo que pudiera servirnos para poder abrir algunas puertas, en caso de que
decidiéramos hacer algunas incursiones en aquellos sitios que permanecían
cerrados; encontré una
barra de hierro, que utilizaba a veces para levantar el gato del coche, un palo
de madera, un destornillador extremadamente grande que podía servirnos como
defensa de ser necesario, y dude en si seria prudente llevarnos algo con lo que
poder defendernos si llegara el caso, me daba risa, comenzaba a pensar como
Julián, lamento no tener un arma en casa (no tenia una colección de armas como
la que tenia Julián) , quizás en estos momentos el tener una pistola o una
escopeta podría ser una buena elección. En su lugar tome lo más peligroso que
pude hallar en mi casa, un cuchillo jamonero y lo envolví con un paño de cocina
para que María no lo viera, junte todo aquello en una bolsa vieja de lona y
regrese al dormitorio, María seguía profundamente dormida, lo necesitaba, deje
la bolsa en el piso a mi lado de la cama, y me acosté junto a mi mujer
abrazándola, yo también estaba cansado, decidí que descansaría yo también un
rato. Solo por si acaso puse el despertador para que sonara a las seis de la
tarde.
XVII
Sabia que estaba
soñando, ya que no podía recordar como había llegado allí, era de noche, estaba
rodeado de niños pequeños, todos de corta edad, 5 a 7 años como mucho, y de
mucha gente mayor. Era alguna especie de feria de esas que llegaban en las
fiestas importantes del pueblo y se montaban en las afueras; con su gran carpa,
la noria y aquel grande e iluminado carrusel poblado de maravillosos caballitos
y seres fantásticos, girando sin parar y llevando sobre sus coloridas grupas, a
un pequeño con una increíble sonrisa de felicidad en sus labios. La música que
se sobreponía al jolgorio general, eso era lo que escuchaba, la música de aquel
carrusel, que poco a poco parecía llenar el espacio de aquel lugar. Vi que todo
el grupo, niños y ancianos por igual, se acercaban al carrusel a la vez; por
alguna razón, por algo que no podía ver desde donde me encontraba, todos
querían ir allí. Decidí ir yo también, a medida que me aproximaba la música que
salía del carrusel parecía tener un influjo hipnótico en los presentes; que
abobados se paraban a escasos pasos del periódico movimiento circular de aquel
aparato; moviendo sus cabezas de arriba abajo a la par que lo hacían mientras
bajaban y subían las irreales cabalgaduras del carrusel. Vi que de pronto todos
aquellos corceles, grifos, osos y leones, estaban vacíos; solo giraban y
giraban, subiendo y bajando cada uno de ellos prisioneros de aquel brillante
poste de metal, que los mantenía a cada uno de ellos fijos en su sitio. La multitud
permanecía observando callada, como esperando algo. Vi que del centro se
acercaba una figura muy colorida, grande. Era una persona. Me recordaba algo,
claro, era un payaso con un colorido traje, con su típica nariz de bola y los
cabellos rojos, con una gran sonrisa pintada de color sobre su blanca y pálida
cara; ese color me recordaba algo, no caía ahora que, pero sabia que era algo
importante.
El payaso llego
a uno de los bordes, y cada vez que en uno de los giros pasaba frente a
nosotros, con gestos y una gran sonrisa nos invitaba a subir. Así entre vuelta
y vuelta el carrusel se iba llenando de niños y de ancianos, pareciendo tener
una capacidad mayor de lo que parecía, ya que todos los que subían encontraban
un animal donde montarse. Estaba viendo eso asombrado, cuando me fije que el
payaso me miraba fijamente, y me hacia señas para que subiera, lo hacia con
gestos cómicos como los que hacen los payasos, pero había algo que no estaba
bien, había algo que me daba miedo. De repente empezó a destacar sobre las
otras cosas, la música que venia del carrusel; esta sonaba cada vez más fuerte.
El payaso estaba más cerca de mi, en el borde y misteriosamente parecía no
girar con el carrusel, estaba como fijo en ese sitio haciéndome señas para que
subiera y sonriéndome al hacerlo. No sé que, pero aquella palidez de su cara, y
aquella enorme sonrisa, me recordaban algo, De repente sentí unas ganas
profundas de subir y cuando comencé a hacerlo, sentí unos golpes en la pierna y
que me agarraba por una de las perneras del pantalón. Voltee y baje la mirada;
era una pequeña niña, que aparte de mi, era la única que no había subido al
carrusel todavía; me halaba el pantalón y me decía algo mientras señalaba con
su pequeño brazo, detrás de nosotros. La música no me permitía oírla así que me
agache acercándome a ella para poder oír lo que me decía. Trataba de decirme
algo, de avisarme de algo que repetía una y otra vez y no podía entenderla,
mire hacia atrás, pero solo podía ver niebla y oscuridad, y su bracito mientras
parecía repetir una y otra vez lo mismo. De repente un momentáneo parón de la
música me dejo oír lo que aquella niña decía mientras me tenia tomado del
pantalón,
¡ya vienen! decía, ¡ya vienen! repetía una y otra vez, pero no
podía ver nada a través de la niebla, solo podía oír aquella vocecita
repitiendo ¡ya vienen! una y otra vez. De
repente la niña desapareció de mi vista y sentí como si me tomaran por los
hombros con unas manos poderosas, alzándome bruscamente hasta gran altura, para
luego dejarme caer sobre aquel carrusel; era como si hubiera subido mil metros
o más en el aire y de pronto te dejaran caer. Podía ver como el suelo se iba
aproximando más y más, el pueblo, las casas, la feria, todo se hacía cada vez
más grande, más cercano. Sabía que caía en picado derecho hacia el carrusel. Su
figura girando se hacia cada vez más grande. Podía ver a todos aquellos niños y
ancianos, girando sobre sus monturas, felices en aquel giro sin fin. Comenzaba
a percibir los detalles del carrusel, los coloridos animales, los niños, el
payaso que ahora como un muñeco más, giraba y giraba en el centro de aquel
aparato; y podía ver el suelo, un suelo circular hecho de viejas tablas de
madera; el suelo hacia donde estaba cayendo, ya solo faltaban escasos metros,
el golpe iba a ser terrible, estaba cayendo de cabeza, eso iba a doler. 20
metros, 18, 15, 10, 7, 5, 3, 2, 0. De repente vino el golpe; terrible, y
profundamente doloroso, y con
él, vino una cálida y pegajosa oscuridad.
XVIII
Abrí los ojos.
Me había caído de la cama. Estaba todo sudado y tenía la cara empapada. Todo
había sido una pesadilla, me había quedado dormido. Al final el cansancio había
ganado la batalla y al final me quede dormido yo también.
Me levante y vi
que María estaba profundamente dormida. Vi en la cabecera de su cama y mire que
faltaban dos pastillas del empaque. Había tomado una dosis mayor y ahora dormía
tranquilamente. Decidí no molestarla, necesitaba descansar, las ultimas horas
para ella habían sido muy estresantes, seria mejor así.
Me puse los
zapatos y después de ir al baño y lavarme la cara para despejarme fui a la
sala. Vi que la luz del contestador parpadeaba, quizás esa era la música que
escuche en mi sueño y relaciones con el carrusel, tome el teléfono y le di al
botón para escuchar el mensaje. Era Julián, había llamado varias veces, tres
veces para ser exacto, el ultimo mensaje me dejo muy preocupado, solo conseguí
oír entre murmullos, entre jadeos de alguien que estaba muy asustado, ruidos
sordos, apagados, como de roces y unas pocas palabras. Solo había dos frases
que se podían entender, “………...
esconder” y “ya
vienen”. El mensaje terminaba de pronto, colgaban como si Julián no hubiera
querido que lo escucharan. Me dejo muy preocupado, no sabia que hacer.
Marque su numero para llamarlo y decirle que íbamos en camino, pero no obtuve respuesta, solo el típico tono de respuesta que caía al sexto intento, dando lugar al típico mensaje invitándonos a dejarle una nota en el contestador. Lo intente tres veces sin obtener respuesta, lo que hizo que aumentara mi preocupación al no saber nada de ellos.
Volví a la
habitación para despertar a María pero a pesar de mis intentos seguía
profundamente dormida. Decidí dejarla así, descansando. Cuando se levantara
estaría mejor y me seria de más ayuda.
Tome el bolso de
lona con las herramientas y salí de la habitación. Fui a la sala y me quede
sorprendido, al ver la hora en el reloj de la pared, las 9:35 de la noche, era
tarde,
Me había quedado
dormido y no había escuchado el despertador. No sabia que hacer, mi amigo nos
necesitaba, necesitaba ir a ver que podría estar pasando en casa de Julián.
Quizás solo era otra paranoia infundada producto de la tensa situación que
vivíamos, pero quizás no, no lo sabía, en esos momentos no podía negarlo,
estaba preocupado y no sabia que hacer, yo también tenia miedo.
Volví a la
habitación. María seguía profundamente dormida. En aquella situación no podía
ayudarme. Seria lo mejor que descansara. La necesitaba fresca, despierta otra
vez, así podríamos entre los dos, pensar mejor las cosas a ver si podíamos
encontrarle una salida a esta situación. Le di un beso y salí de la habitación
pero le deje la luz encendida. Revise bien que estuvieran cerradas todas las
ventanas del apartamento, solo por si acaso, pase las cortinas y deje la luz de
la sala también encendida, estaría mejor así. Volví a entrar en la habitación,
decidí dejarle una nota a María para
que no se preocupara por mi ausencia, la puse en un sitio donde pudiera encontrarla
apenas se despertara, sobre su mesita de noche.
Salí de allí sin
hacer ruido, fui a la sala y tome la bolsa, metí la mano para revisar que no se
me olvidara nada, todo estaba allí, la linterna, el cuchillo jamonero, la
barra, las herramientas, en fin estaba todo. Mire una ultima vez hacia la sala
y asegurándome que todo estaba en orden, abrí la puerta y salí de casa. Me
asegure que la había cerrado la puerta con llave al irme. María estaría bien,
podría descansar tranquila.
XIX
El pasillo del
edificio estaba completamente silencioso, y lo único que se escuchaba eran mis
pasos al bajar por las escaleras. Desconocía la suerte de mis vecinos a los que
no veía desde hacia tiempo, pero imagine que quizás estarían como María ahora,
encerrados en sus casas esperando que la situación se mejorase.
Salí a la
calle, afuera la noche estaba fresca, quizás un poco fría, comenzaba a bajar el
viento frió de las peñas. Me dirigí sin perder tiempo a casa de Julián. A mi
paso pude ver que las calles permanecían vacías, solitarias, terriblemente
mudas. A mi paso me parecía ver entre
las esquinas algo que parecía moverse a mi lado entre las sombras; podía
escuchar ruido como unos pasos, como de ligeros roces; no aquello era producto
de mis nervios, sabia que en aquellas calles no había nada, allí no había
nadie, solamente estaba yo, caminado entre aquellas sombras. Debía ser mi
imaginación, pero hacia cualquier sitio donde dirigiera la mirada, creía ver
aquellas extrañas manchas que parecían estar ahora por todos lados.
Llegue a casa de
Julián y toque a su puerta. Nada no recibí respuesta, volví a tocar, una, dos,
tres veces y aguarde, pero nada. Toque otra vez, repetí aquella operación
varias veces, pero en ninguna ocasión recibí respuesta. El tiempo seguía
pasando y no quería dejar a María sola mucho tiempo. Mire alrededor de sus
casa, y solo pude ver algunas de esas manchas sobre dos de sus paredes, y
desafortunadamente todas las ventanas estaban cerradas, lo intente pero no
podía abrirlas. Tendría que romper la puerta si quería entrar. Decidí
jugármela, saque del bolso la barra de metal y forcé la cerradura. La puerta se
abrió con un crujido. Mire adentro hacía ambos lados y al encontrar ninguna
sorpresa, decidí entrar. Tenía miedo, ya a estas alturas no me importaba
confesarlo. Metí la mano en la vieja bolsa de lona y tome el cuchillo, nunca lo
había utilizado para defenderse, pero entre mi mano, me hacia sentirme un poco
mejor. Avance poco a poco revisando cada una de las habitaciones, pero no estaban
allí, la casa estaba sola. No sabia que pensar, aparte de algunas sillas
movidas, no me parecía ver nada anormal allí, señales de violencia o de una
rápida huida o algo así, pero no salvo por eso todo parecía estar normal. Volví
a echar un nuevo vistazo por toda la casa pero fue inútil, no había rastro allí
de Julián ni de Sara. Entre en su habitación, y tome un cuaderno que encontré
allí, para dejarles una nota, indicándoles que había estado allí buscándolos, y
que no se preocupar por lo de la puerta, mañana temprano estaría con el
carpintero para repárasela. Al dejar la nota sobre la cama y salir, me percate
que sobre la pared sobre la que se apoyaba la puerta al abrirse había una de
aquellas manchas, que no odia verse desde afuera. La toque, parecía muy fresca,
quizás demasiado, mi mano estaba húmeda, como cuando uno toca algo recién
mojado. Me recordó la mancha que encontramos el cuarto en nuestra casa donde había dormido “la Nívea”. Volví a
tocar algo en la pared, un pequeño detalle que se distinguí del resto de la
mancha, Allí casi en uno de los bordes había algo que sobresalía de aquella, me
acerque a mirarlo y lo toque con mi dedos, estaba como mojado, era como un
pequeño pedazo de algo, parecía un pequeño trozo de tela o algo así, volví a
tocarlo, estaba mojado, y si al tacto tenia la sensación de la tela, un pequeño
desgarro o harapo, y escondido entre el blancor de aquella especie de yeso
parecía destacar un color, azul, si parecía un pequeño pedazo de tela azul,
trate de sacarlo de allí pero no pude, estaba fuertemente embebido en aquella
pared, como si siempre hubiera formado parte de ella.
Salí de la
habitación y cuando cerraba la puerta recordé de pronto algo que me helo la
sangre, cuando vi a Julián aquella tarde él estaba vestido con una camisa azul,
si estaba seguro era una camisa y era de color azul, no cabía ninguna duda eso
era un trozo de su camisa, y como demonios había ido a parar allí era el
verdadero problema. No sabía que había pasado, pero no podía seguir allí ni un
rato más. Tenia miedo, ahora si tenia mucho miedo y María estaba sola, no podía
dejarla sola, tenia que regresar a casa y tenia que hacerlo ya.
Salí a toda
prisa de casa de Julián y atravesé corriendo las solitarias calles, con la
impresión de que era observado, de que me veían, de que presencias misteriosas
se escondían entre aquellas sombras y seguían mis pasos. Escuchaba ruidos,
roces, quizás pisadas, pero no quería voltear, no quería mirar, solo seguía
corriendo como un loco a través de la noche. Ya quedaba poco, quizás una o dos
esquinas, ya podía ver el edificio, estaba asustado pero no podía dejar de
correr, salvo por esos lejanos roces no se podía escuchar nada en ningún lado,
gritaba llamando a los vecinos, pero no me contestaba nadie, parecía que todos
se habían marchado del pueblo. Me sentía como la ultima persona viva de Villena
de las Cuevas. Por fin bañado completamente en sudor y justo cuando el corazón parecía
reventar en mi pecho llegue al portón de entrada, subí por el pasillo a toda
prisa por el oscuro pasillo, sin preocuparme para encender la luz, tropecé una
o dos veces pero llegue al fin, allí estaba la puerta de mi hogar, allí estaba
María. Metí la llave en la cerradura, afortunadamente estaba cerrada, pase la llave y
abrí la puerta. Entre, ya podía estar más tranquilo, estaba en casa. No podía
imaginar lo que me esperaba adentro.
XX
Ente y cerré la
puerta con llave otra vez, me mantuve con la espalda firmemente apoyada en la
puerta mientras recuperaba el aliento. Una rápida mirada de la sala me hizo
suponer que María se había levantado. La mesa del comedor estaba puesta. El
mantel estaba dispuesto y sobre el habían colocados servicio para dos
comensales. Dos blancos e inmensos platos reposaban junto a los vasos de
cristal y los cubiertos, dispuestos uno enfrente del otro. Llame a mi mujer,
pero no obtuve respuesta, la televisión estaba encendida y el sonido de un
programa aunque sin llegar a molestar, llenaba completamente el ambiente de la
sala. Seguí llamando a María pero no contestaba. Me despegue de la puerta y fui
rápidamente a la habitación, pero no estaba allí, se ve que se había
despertado, pero no estaba en el cuarto. ¿Habría escuchado algún ruido y se
habría escondido?, -María, María- volví a gritar pero nada, solo había silencio
y el ruido del televisor. Volví a mirar, observe que la nota estaba sobre la
cama, osea que se había levantado y la había leído, entonces, ¿donde podría estar?. Mire en dentro
del armario, nada. Detrás de las cortinas, nada y cuando salía de la
habitación, decidí cerrar la puerta. Quede aterrorizado con lo que vi. Allí
detrás de la puerta, estaba la mancha. Grande y pálida como todas las que había
visto, como la que se escondía en el otro cuarto. La toque, el pálido material
que la recubría como el yeso, estaba mojado, como si lo acabaran de haber
puesto tan solo unos instantes, de hecho había restos de ese material en el
suelo. Quería gritar, lo hice, llame a María hasta que se quede sin voz. Caí de
rodillas allí en la habitación enfrente de aquella mancha, cansado, llorando,
me sentía derrotado, no sabia porque, pero había perdido, si María no estaba,
con ella se habían ido mis ultimas esperanzas.
De repente me
pareció escuchar algo, como un rumor sordo que parecía provenir de la cocina.
Me puse de pie, riendo y secándome las lagrimas que cubrían mi cara con las
palmas de mis manos, quizás María estaba allí, preparando algo y no me había
escuchado por el televisor, claro era tarde había que comer.
Abrí la puerta y
fui corriendo a la cocina, pero no termine a llegar.
Cuando estaba a
punto de hacerlo la vi salir.
No podía ser
ella, pero allí estaba “La
Nívea” que parecía contemplarme con una mirada de felicidad absoluta en la
cara. Quede horrorizado, aquello no podía ser, ¿Qué hacia esa mujer allí?,
¿Cómo había entrado?, ¿Dónde estaba María?, las preguntas fueron atropellándose
en la mente mientras retrocedí asustado dirigiéndome hacia el comedor, y sin
poder quitarle la mirada de encima a aquella extraña mujer, aunque seguía
vestida con esos sucios harapos que perecían estar húmedos, había algo en ella
que había cambiado. Seguí caminando de espaldas hasta que tropecé con la mesa,
mire hacia la puerta y busque desesperado el bolso de lona, no estaba, recordé
se me había caído en las escaleras mientras subía a toda prisa. La nívea había
entrado también en el comedor y ahora estaba situada entre la puerta y yo, no
podía huir, ella me cerraba el paso. Sin quitarme la mirada de encima se hacia
señas con una de sus manos que aunque estaban muy pálidas, ahora me perecían
extraordinariamente bellas, pero no solo sus manos, toda ella, su cara, sus
ojos, su pelo, sus largas y esbeltas piernas, todo en ella había cambiado. Se
había convertido en la mujer más hermosa que hubiera visto jamás. Ocurría algo
allí, no podía dejar de mirarla, me tenia como hipnotizado y lo sabia pero no
podía evitarlo. Poco a poco se me fue acercando, la tenía tan cerca que pude
oler su aroma, un agradable olor que inundaba todas mis fosas nasales y me
relajaba, ese olor me tenía narcotizado. Poco a poco mi mente empezó a ceder, a
relajarse. Quería correr, gritar, empujarla y salir de allí, pero no podía,
solo quería mirarla, aquella belleza era imposible de describir, ya no quería
hacer más nada en este mundo que solo mirarla.
Me volvió a
hacer señas, entendí que me sentara, aquellas sillas eran para nosotros, yo era
su invitado aquella noche. Así lo hice, resignado me senté. Ahora podía
entenderlo todo, pero ya era tarde, no podía hacer nada. Ella se sentó frente a
mí y sin dejar de mirarme, puso las manos a ambos lados de ese gran plato, cada
una de ellas sobre uno de los cubiertos. La mire a la cara, no podía quitarle
la mirada de encima, a ese par de hermosos ojos. De repente deje de pensar en
María, en Julián, en la abuela, en los vecinos, en tantas cosas que habían
pasado en Villena de las Cuevas, ya nada tenía importancia, era el final, lo
sabia, pero era feliz, allí estaba ella, sola para mi.
De repente
me pareció escuchar unos
ruidos, si eran roces, pasos, venían de la cocina. Quizás no estaba sola, y
habían venido más de aquellos seres como ella. Ahora entendía el mensaje que me
había dejado Julián, era
una advertencia, pero ahora era tarde ya habían llegado.
Volví a mirarla,
parecía tener pintados aquellos grandes labios de carmín, eran hermosos, pero
veían más grandes, se habían vuelto muy grandes, su boca y sus labios eran
enormes, pero no me importaba, aun así no dejaban de ser hermosos.
De pronto me
pareció que aquellos labios se movían, que comenzaban a dibujar una sonrisa,
si “La Nívea” me estaba
regalando una sonrisa, una gran sonrisa final, y pude por fin ver sus
inmaculados dientes, blancos, perfectos, numerosos y enormes.
Veo que toma uno de los cubiertos, y dirigiéndome una mirada maliciosa, silenciosamente avanza hacia mí.
FINAL
Me resigné a mi suerte. Cerré los ojos entre
lágrimas de impotencia y, apretando
los dientes, esperé a que llegara el fin; sólo pedía a Dios que fuera rápido. La
espera me pareció que se hacía eterna, escuchaba ruidos, pero no quería abrir los ojos. Escuché sonidos como de pasos y ruidos secos como de
golpes; me imaginaba lo peor,
quizás habían acudido más de aquellos seres para mi macabro festín. Me pareció
oír por sobre el pánico que sentía, como si me llamaran por mi nombre. No podía ser, ¿la Nivea me estaba
llamando para acrecentar mi sufrimiento? Qué sádicos
y retorcidos podían ser aquellos pálidos seres!. Sentía que los segundos se
habían detenido y el tiempo se me hacia eterno, era una verdadera agonía. Sentí
otra vez en donde me encontraba, que
me llamaban por mi nombre. Poco a
poco aquel llamado me fue sacando
de limbo de la desesperación en la que me encontraba sumido. De repente sentí
que me agarraban del brazo fuertemente y me sacudían mientras me gritaban mi nombre... no pude más, grité asustado y abrí los ojos: no moriría como los cobardes, lo haría
peleando como los valientes!. Desesperado, cerré mis dedos de la
mano derecha y le di un puñetazo con todas mis fuerzas a la
cara que tenia ante mis ojos.
El golpe le
llegó de sorpresa en pleno rostro.
- Coño, pero qué haces, Miguel, no ves que soy yo, Julián, tu amigo, qué pretendes hacer hombre, matarme?- dijo mi amigo Julián mientras se paraba del piso
sobándose la cara con una de sus manos, que
estaba completamente mojada de purpura sangre.
Abrí los ojos totalmente, no podía salir de
mi estupor, y para mi mayor sorpresa, allí estaba, muerta, tendida de espaldas sobre la
mesa, sobre un charco de sangre, mi pesadilla: la Nivea. Sobresalía de su espalda el
mango de un grueso cuchillo enterrado con tal furia que podía asegurar que
estaba clavado sobre la mesa, y tenía además feas y profundas heridas en la
cabeza y el cuello, imagino
realizadas con el hacha de mano que Julián sostenía en su mano izquierda.
- Julián cómo es posible?,
yo fui a tu casa, te busqué y no
estabas, escuche tu mensaje, me imaginé que
te habían agarrado, que estabas
muerto- dije mientras abrazaba a mi amigo sin poder reprimir las lágrimas.
- Tuvimos suerte amigo-, me
dijo mientras me ayudaba a incorporarme y me llevaba hacia una de las habitaciones, -
Bueno, estábamos en casa esperándote cuando escuchamos ruidos en una de las
paredes y vimos que ésta se
estaba abriendo y comenzaban a salir esos seres. Tomé algunas armas de mi colección, las más
grandes y pesadas y cargué sobre
ellos antes de que terminaran por salir al completo. Al primero lo maté allí mismo, de un solo golpe corté su pálida cabeza y al segundo lo
acuchillé mientras me tenia
agarrado de una de las mangas de la camisa, y trataba de arrastrarme hacia ese
agujero de donde había salido, lo seguí acuchillando hasta que pude soltarme y
desapareció en el agujero que misteriosamente comenzó a cerrarse solo como por
arte de magia. Llamé a mi mujer y
le dije que teníamos que irnos de allí, que debíamos escondernos en un sitio seguro. Traté de dejarte el mensaje por teléfono
pero con las prisas no lo dejé claro, luego tomamos algunas armas de fuego y
algunas provisiones y nos fuimos pitando de casa, y al
salir nos encontramos con algunos de ellos, pero te puedo asegurar que Sara los
despachó a buen recaudo, no sabia
que tenia tan buena puntería mi mujer!, un solo tiro en la cabeza y parece
mentira, se vuelven como cenizas,
se disuelven como si fueran de talco. Sara
dice que le tienen alergia al
plomo, ja, ja, ja- río Julián
mientras entrábamos al cuarto.
Le pregunté por su mujer – Sara está viva?- , -pues claro que está viva, qué esperabas si no?, y no solo ella, mira quién más esta en el cuarto- dijo
Julián mientras me hacía entrar al dormitorio. Allí estaba parada Sara con su sonrisa de siempre y una gran escopeta
al hombro. Y sobre la cama estaba María, viva. Nos abrazamos llorando los dos
como unos perfectos idiotas, le di las gracias a Dios, estaba viva y la volvía
a tener otra vez en mis brazos.
Cuando paso la emoción del
reencuentro, me contó que después de que me había ido, se despertó y al rato llegaron
Julián y Sara a la casa e imaginaron que quizás nos habíamos cruzado en el
camino sin vernos; esperamos
entonces con temor de que te
ocurriese algo y no pudieras
regresar. Antes de que llegaras, comenzamos
a oír ruidos procedentes de una de las paredes y nos escondimos a esperar que
llegaras, encerrándonos en la despensa, ya que comenzaba a salir uno de aquellos seres, y no queríamos
ser vistos, ¡temimos lo peor por ti!. Y bueno, el resto de la historia ya la conoces,
salimos de donde nos escondimos y Julián se peleó con ese monstruosa mujer y pues, ¿qué mas
te puedo contar?, que estoy feliz! Te
tengo otra vez a mi lado, y estamos vivos y juntos- finalizó su relato María abrazándome fuerte
como si no quisiera separase de mi nunca jamás.
- Coff, coff - tosió
falsamente Julián mientras abrazaba a su mujer, - bueno parejita, será mejor que os preparéis algo de
ropa y algunas provisiones, y nos marchemos rápido, no quisiera abusar de
nuestra suerte. Tenemos que salir del pueblo, aquí están por todas partes y ya
deben saber que estamos vivos y dándoles batalla, así que hay que
irse pitando- siguió
diciendo Julián mientras limpiaba
la hoja de su hacha con el cubrecama y lo guardaba en la funda que llevaba a su
espalda.
-Gracias Julián, si no fuera por ti ni yo ni María
estaríamos vivos, estos son los momentos en que me alegro de tener a un
paranoico por amigo- dije mientras miraba lo bien armado que estaba Julián, pistola
al ristre, el hacha y una afilada catana en la espalda, y portando con las
dos manos un viejo Fusil automático de asalto Fal. – Coño Julián, pero si hasta pareces un guerrillero! – le dije, -Si, si, lo que tú digas, pero después me lo dices con
calma, ahora lo que tenemos que
hacer es salir cagando leches de aquí!- dijo mientras se movía nerviosamente, -
por cierto, tú tienes un todo terreno, verdad?- , -Si- le
dije, - vale, nos servirá para
llegar hasta el próximo pueblo, no sabemos si lo que está pasando aquí puede estar ocurriendo en
otros sitios, tenemos que avisar a las autoridades, el mundo tiene que saber lo
que está pasando aquí. Venga, vámonos de una vez coño!-, dijo
mientras nos paramos y María recogía algunas piezas de ropa y comenzaba a guardarlas en un bolso.
Ya cuando salíamos de casa,
y caminábamos como un sólido grupo de supervivientes por aquella oscura y
solitaria calle hacia la cochera donde teníamos el coche, mirando en
todas direcciones con las armas preparadas contra cualquier cosa, me tomó del brazo Julián preguntándome: - el coche tiene bastante gasolina
para llegar a la ciudad, verdad?-. A lo que le conteste con total seguridad: -
No te preocupes Julián, llegaremos a la ciudad, y si es
necesario ¡hasta el fin del mundo amigo mio!-
Y así nos fuimos del pueblo,
sin ni siquiera mirar atrás, rápido, a toda carrera hacia la gran ciudad, hacia
la esperanza, hacia la civilización, y si fuera necesario, hasta el fin del
mundo.
EPILOGO
Por todos los pueblos
que pasaron antes de llegar a la gran ciudad, pudieron
ver las señales del caos. Aquello mismo había ocurrido en otros lugares: una silenciosa y macabra invasión
había tenido lugar en todos esos pueblos. En la ciudad fue diferente, las
personas estaban mejor organizadas, la respuesta fue inmediata y la victoria no
se hizo esperar. Cuando el ejército llegó a
nuestro pueblo algunas semanas después, lo encontraron abandonado, solo,
muerto. La gran pregunta sobre quienes eran aquellos seres quedo por los
momentos en el aire. Ni los científicos ni los militares tenían todavía la
respuesta. Algunos decían, los más viejos, que quizás eran los sobrevivientes
de los niños perdidos las cuevas de la zona de Villena, en los tempranos años
de la guerra civil, un
episodio que permanecía ya olvidado de los anales de la historia del pueblo.
Decían que para evitar que se los llevaran del pueblo las tropas del frente
nacional, sus padres los habían escondidos en las viejas cuevas de las peñas,
antiguas minas de Pechblenda descubiertas a principios del siglo pasado, y que
nunca fueron explotadas por inviabilidades técnicas. La leyenda dice que los
niños se perdieron para siempre, se internaron en las profundidades para nunca
más volver. Los más fantasiosos decían que llegaron hasta las vetas del mineral
y la radiación los fue transformando poco apoco con el paso de los años, quizás
esos seres eran sus descendientes, quien sabe. También se comenzó a hablar si
no serian producto de alguna extraña brujería, en la temprana edad media
aquella región se hizo celebre por los polémicos juicios celebrados contra las
religiosas del convento de la Orden de El sagrado Dolor, juicio que acabo con
la vida de 68 de aquellas religiosas y la del noble que les servía de mecenas,
el marques de Ocaña, todos acusados de brujería y tratos con Satán. De aquel
convento después de su destrucción no quedaron ni las piedras, solo sobrevivió
como testigo el derrumbado Torreón de Quintanilla… Otra hipótesis decía que
quizás era alguna desconocida raza de seres que venia de las profundidades de
la tierra... Otra que eran seres de alguna desconocida y macabra dimensión.
Invasores extraterrestres decían otros, mutantes, animas del cementerio,
vampiros caníbales, fantasmas, devoradores de almas, etc... En fin, se
especulaba mucho con el tema de aquellos pálidos seres de piel cetrina,
cabellos oscuros, miradas subyugantes y numerosos y sobredimensionados dientes.
Se hablo mucho de la naturaleza del polvo blanco con el que siempre parecían
estar cubiertos, aunque sin llegar a ninguna conclusión. Al final solo hipótesis,
paradojas y preguntas sin respuestas, solo eso y nada más. Algún día llegarían
las respuestas, quizás, pero por ahora lo único que se sabia era que aquéllos
seres se habían ido, y con ellos el resto de los habitantes de Villena de las
Cuevas, y de otros pueblos de los alrededores. ¿Regresarían algún día?, nadie
lo sabe. Tal vez, pero si deciden regresar, esta vez estaremos preparados, ya
sabemos leer las señales de su posible llegada.
No se si algún día
volveremos a vivir allí, en Villena de las Cuevas, por ahora solo sé que cuando
veo las luces de la ciudad en la que ahora vivimos, sé que me gustan,
porque me dan confianza; además, ya no estamos solos, mis hijos, mi mujer y yo
volvemos a ser una familia, y ahora vivimos rodeados de amigos, buenos amigos.
Ahora ya no tengo miedo.
P:D: Ahora tenemos dos
perros, se llaman Junior y Daisy.
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Espero les haya gustado.
Hasta
la próxima entrada.
Cuídense.