Hola mis invisibles lectores.
Aquí estamos otra vez, si es domingo y hoy en España luce uno de esos días que tanto me gustan, sol, un cielo completamente azul, buena temperatura, un clima ideal todavía en estas fechas para ir a la playa, en fin mi día favorito de la semana, un día ideal para que sucedan buenas cosas, hoy, 07 de Octubre de 2012.
No quería dejar pasar la oportunidad para poder hablar, aunque solo sea brevemente de algo para mi muy importante.
Hoy hay elecciones presidenciales en Venezuela, los venezolanos deciden con su voto quien regirá los destinos del país por los próximos seis años, o por lo menos eso esperamos una gran mayoría de nosotros, los que creemos que cada voto cuenta, que nunca es tarde para que ocurra un cambio, que todavía se puede, que todavía hay tiempo para hacer muchas buenas cosas por ese gran país, tiempo para el perdón la reconciliación, la paz y la esperanza. Solo espero el resultado obtenido en los comicios consolide nuevamente la gran hermandad de ese pueblo que siempre fue conocido por su alegría, generosidad, capacidad de trabajo, solidaridad y muchas otras cosas buenas más.
Por eso hoy es un buen día, el mejor para ir a votar, el día en que el país dirá ¡ basta !, y entre todos, como hermanos, comenzara el duro y prolongado trabajo para eliminar tantas diferencias, que nos habían separado como hermanos, como amigos, como vecinos, como pueblo. Tardará mucho tiempo en conseguirse el resultado, lo se, pero como todos lo saben, las buenas cosas se llevan su tiempo.
Yo no he `podido votar hoy, lo siento, me lo pusieron difícil pero mentalmente ya voté, desde temprano y llevo mi dedo mojado en la tinta invisible e indeleble de la esperanza.
Que el resultado obtenido en el día de hoy, independientemente del que salga favorecido por la voluntad popular, sea el mejor para beneficio de Venezuela y de todos los venezolanos.
Ánimo, que si se puede.
Bueno y si, hoy también es un buen día para leerse un cuento, y como lo prometido es deuda, me toca terminar el cuento de terror y misterio de la semana pasada ¡Vienen !.
Porque lo malo solo viva en el mundo de los cuentos.
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VIENEN ( Continuación)
ONCE
Dejamos de ver la televisión solo cuando nos comenzaron a
doler los ojos, después de terminarse el programa de variedades, vimos otro de
animales, y cuando acabo este vimos otro sobre predicciones astrológicas, hasta
que ya no pudimos más.
María estaba estaba realmente asustada, eran más de las tres
de la mañana y la abuela no había regresado a casa, ni habíamos recibido
noticias suyas. María quería que saliéramos a buscarla a esa hora por si
pudiera haberle pasado algo en la calle. A esa hora hacia mucho frió en la
calle, por lo que nuestra búsqueda se limito a las manzanas más cercanas a la
casa, pero no la encontramos ni había señales de ella en ningún lado, todo
estaba oscuro, helado y en silencio, comencé a preocuparme, ya con esta
temperatura sin el abrigo adecuado, uno
se helaría en poco tiempo, el gélido viento soplaba con fuerza desde las altas
peñas, helando los campos y viñedos a su paso en aquella época del año.
Decidimos volver a casa y llamar otra vez a la policía para notificar su
desaparición, y solicitar se hiciera una búsqueda. Le dije a María que
volveríamos a buscarla apenas amaneciera y si era necesario llegaríamos hasta los poblados
cercanos de ser necesario, trate de tranquilizarla, mañana la encontraríamos,
ya sabes como es ella, la encontraríamos y estaría bien, y nos contaría una de
sus particulares y absurdas historias como escusa, nos reiríamos y nos iríamos
a casa, viendo que no podíamos hacer más nada a esas horas, María trato de
tranquilizarse y agarrándome de la mano, me pidió que nos fuéramos a casa, -
mañana la encontraremos-, me dijo también.
DOCE
He de confesar que nuestra búsqueda fue inútil.
Realmente no pudimos dormir, descansamos algo pero más nada.
Aria estaba de verdad muy preocupada, nunca la había visto así. Aprovechamos
las primeras luces del alba, para salir a buscarla, después de una generosa
ración de café negro, salimos a buscarla.
Las primeras luces del día dejaban ver sobre muchos sitios,
las señales de que la noche anterior había sido fría, sobre algunos coches,
sobre la hierba y algunas plantas, había señales. Allí donde el sol no había
llegado aun con sus cálidos rayos, se apreciaban ligeras y tenues manchas de
escarcha sobre lo que había quedado expuesto al frió de la noche. La situación
era delicada, y sobre todo para una persona mayor, no lo suficientemente
abrigada, y no preparada para pasar la noche al raso. No mirábamos silenciosamente
y aunque no nos dijimos nada, solo podíamos esperar malas noticias.
Volvimos a recorre las calles de las manzanas próximas sin
éxito, decidios entre calles solitarias aun, ampliar el radio de la búsqueda.
Recorrimos cada una de las calles de la periferia hasta llegar a las afueras
del pueblo. Seguimos buscando por los alrededores, por las fincas, por los
viejos cortijos, fuimos a los viñedos situados a las afueras del pueblo, e
inclusive subimos casi hasta la mitad de la peña, aunque al no encontrar nada
decidimos regresar y echar un ultimo vistazo en las cuevas. Nada, no había ni
una sola señal, ni una huella que nos indicara de la presencia de María. Ni
rastro de ella, ni por esos campos, ni en los alrededores, ni tampoco en el
pueblo. Había desaparecido.
Al volver al pueblo, decidimos pasar por la comisaria a
reportar la desaparición, ya que nunca contestaban el teléfono. Llegamos a una estación de policía con la puerta y las
ventanas cerradas, algo de verdad muy extraño. Tocamos varias veces pero no
tuvimos respuesta. Siempre la estación estaba abierta, siempre había algún
agente de guardia, pero ahora estaba cerrada, y por lo que podía ver, parecía
llevar algún tiempo así María se preocupo más, no sabíamos que hacer. Un nuevo
peso ocupo su lugar en el negro saco de mis preocupaciones, un saco que desconocía que cargaba pero que últimamente no hacia sino ponerse más pesado.
Me extraño también encontrar en varias de las paredes de la
comisaria, así como en muchas paredes por todo el pueblo, aquellas misteriosas
y grandes manchas como de yeso blanco, note también que por sobre las calles
había muchos restos de los que parecía polvo blanco ¿Yeso?, que la fuerte brisa
de la mañana comenzaba a barrer, haciendo que estos restos junto con los de hojas y otros desperdicios, comenzaran a
cumularse en las esquinas de las calles.
Eran casi las diez y también nos dimos cuenta de que casi no
había ni un alma por la calle. La calle a esta hora debería tener un trafico
normal de personas y coches, pero salvo uno que otro vecino, o algún coche, no
había mayor presencia, aquello era poco frecuente para ser un día laboral.
Había algo de todo aquello que n me gustaba para nada. No sabia como
explicarlo, pero en el fondo entendía que aquello no era normal, que algo grave
estaba pasando en el pueblo, y había que hacer algo.
TRECE
Decidimos pasar a contarle lo sucedido a Julián. La librería
de Pepe seguía cerrada, como estaba la última vez que la vi hace unos días. La
mancha en la pared seguía allí, me acerque y la toque, estaba seca, y a decir
verdad, parecía perder color conforme pasaba el tiempo, cosa que ya había
apreciado con algunas de las primeras manchas que había visto, como si el color
original de la pared se fuera recuperando conforme pasaba el tiempo, quizás si
eso era así en algunos días no quedaría señal de las manchas, indudablemente
estaba ocurriendo algo raro en el pueblo, aquello no podía ser normal.
Entramos a la farmacia, y nos recibió Julián sorprendido,
nos comento que habíamos sido sus primeros clientes, de hecho no había visto a
más nadie en lo que llevaba de mañana, llegando incluso a pensar, según nos
comento, si podría ser un día de fiesta que hubiera olvidado. Le respondimos
que no, que hoy no era fiesta, y que también nos extrañaba lo solo que lucia el
pueblo.
Nos invito a sentarnos y le contamos lo sucedido. Miro a María
con gesto de preocupación sincera y nos pregunto en que podía ayudarnos. Le
comentamos que nos habíamos encontrado la comisaria de policía cerrada y nos
disponíamos de ir al cuartel de bomberos, a ver si podíamos obtener ayuda allí.
Se ofreció a ayudarnos en la búsqueda al cerrar la tienda, hablaría con su
mujer y pasarían por casa, esperaba que para ese entonces ya hubiera buenas
noticias.
Nos despedimos y salimos de allí.
CATORCE
Subimos por la avenida principal y doblamos a la izquierda
en la calle Conde Alfaro, para seguir hasta el final por la amplia cuesta hasta
el cuartel de bomberos.
Confieso que me canse al subir, tenia tiempo que no subía
esa inclinada cuesta. Nos paramos para tomar algo de aire y reponernos antes de
seguir hacia la entrada. Ya más repuestos doblamos la esquina de la edificación
para llegar a la entrada, y al hacerlo nos encontramos con que allí también, y
misteriosamente todas las entradas estaban cerradas. La entrada de los
talleres, la entrada principal, las salidas de emergencia, la salida de los
coches, en fin todas las puertas y salidas, ventanas, todo estaba cerrado.
Nos quedamos mirando, jadeando todavía un poco por el
esfuerzo al subir, sin saber que decirnos, aunque la mirada de María sin
palabras que me decía que tenia miedo, la situación ya pasaba de lo normal,
estas cosas no podían estar pasando en el pueblo, no en
Villena de las Cuevas,
allí nunca pasaba nada malo, era un pueblo muy tranquilo, esto solo pasaba en
las películas de terror de los sábados por la noche, o en los cuentos que leía
uno de sus hijos, aquellas cosas tan misteriosas no pasan en la vida normal, y
mucho menos en el pueblo.
Después de explorar los alrededores de la estación, y tocar a
las puertas para ver si les abrían, o esperar oír algún ruido desde su interior
que delatara la presencia de alguien allí. Al no recibir ninguna respuesta
decidieron salir de allí y regresar a casa. Bajaron aquella inclinada cuesta
tomados de las manos. María permanecía cabizbaja, con la mirada llorosa,
perdida en sus pensamientos. Sabía lo que pasaba por su mente en esos momentos.
No le quise decir nada, pero había visto más de aquellas manchas sobre las
paredes del cuartel, y me fije que los arcenes a ambos lados de la calle
estaban llenos de ese polvo o arenilla blanca, que allí en aquella cuesta, con
las primeras lluvias, el agua barrería la calle, llevándose cuesta abajo
aquello en forma de blanquecino y húmedo tropel.
Al bajar por la avenida principal, me fije que a lo largo y
ancho de aquella vía, todas las casa, edificios y tiendas de la zona estaban
cerradas, puertas y ventanas, todas completamente cerradas, misteriosamente cerradas
para aquellas horas. No quise mirar más, ya las había visto también, las
manchas parecían estar en todas y cada una de esas paredes.
Mientras nos íbamos a casa, nuestros pasos iban dejando
sobre la acera una leve huella sobre manto de polvo blanco que parecía cubrirlo
todo.
QUINCE
Al llegar a casa, vimos que había que había un mensaje en el contestador telefónico. Era Julián para saber si teníamos noticias. Descolgué
el teléfono y lo llame, mientras María iba
la cocina a preparar algo para comer.
Me contesto algo nervioso, me pregunto como nos había ido y
le comente lo sucedido, me confeso que estaba también preocupado y bastante
asustado, me dijo que en toda la mañana no había entrado nadie a la tienda, me
dijo también que no se había cruzado con nadie al regresar a casa, ahora que lo
decía nosotros tampoco nos habíamos topado con nadie. Me confeso también que le
preocupaba Sara, le había comentado que a lo largo de toda la mañana había
estado escuchando unos extraños ruidos en algunas paredes, como si arañaran o
escarbaran con las uñas la pared por el otro lado o algo parecido, me confeso
que cuando llego pudo oírlos brevemente, aunque ahora parecían haber cesado,
Julián siempre había sido un poco paranoico, por lo que en cualquier otro
momento hubiera pensado que desvariaba, que eran otra de esas manías
persecutorias suyas, pero ahora sabia que podía tener rezón que algo podía
haber detrás de aquellos ruidos, quizás pudieran estar relacionados con las
manchas, no lo sabia, pero como Julián, comenzaba a tener miedo, un miedo que
no podía explicar pero que allí estaba. Un miedo que como a su amigo y a su
esposa, y como a María, se mezclaba con una gran dosis de ansiedad y fuerte
angustia. Trate de darle ánimos, algo un poco difícil para mi en estos momentos,
ya que comenzaba a perder la solidez de mis solidas barreras mentales, y
comenzaba a cuestionarme muchas cosas, comenzando a elaborar absurdas
explicaciones a las cosas que estaban pasando, la desaparición de Lucas, de la
abuela, de cada uno de los vecinos, del aislamiento y soledad cada ves mayor en
el pueblo, de la aparición de aquellas manchas, de aquella arenilla o polvo
blanco que comenzaba a estar en todas partes, de la misteriosa aparición de
aquella mujer, “la Nívea” y su súbita desaparición, en fin muchas cosas en las
que pensar. Le dije a Julián que hiciera algo, que se quedara en casa y no
fuera a trabajar esa tarde, que solo por seguridad, por si acaso, cerrara con
llave la casa, nosotros comeríamos algo, descansaríamos un poco, y a finales de
la tarde iríamos a su casa, y juntos planearíamos algún plan a seguir. Así
quedamos.
Cuando colgué, entre a la cocina, pero antes de hacerlo
entre en la habitación donde había dormido “la Nívea”. La habitación seguía
igual a como la habíamos dejado, me acerque a la pared donde estaba la mancha,
comenzaba a secarse como alguna de las otras que había visto, Salí y cerré la
puerta con llave, me asegure que estaba bien cerrada y me guarde la llave, no
le diría nada a María, no quería asustarla, sé que no era un pensamiento
racional, pero lo hacia solo por si acaso, así me sentía un poco más seguro.
DIECISÉIS
Aunque teníamos mucha hambre, no comimos mucho, no pudimos
hacerlo, comimos solo lo suficiente, las preocupaciones parecían haber llenado
también nuestro estomago minando nuestras ganas de comer. Decidimos irnos a
descansar hasta que llegara la hora en que debíamos ir a casa de Julián, María
me ofreció una de sus pastillas para calmar la ansiedad, preferí no tomarla, María
si hizo me dijo que lo necesitaba, quizás así pudiera echar una cabezadita en
la cama. Nos acostamos sin ni siquiera desvestirnos, solo nos quitamos los
zapatos, al rato de acostarnos María se quedo dormida profundamente. Aproveche
que dormía y me levante para revisar por la casa a ver si podía encontrar
alguna herramienta o algo que pudiera servirnos para poder abrir algunas
puertas, en caso de que decidiéramos hacer algunas exploraciones en aquellos
sitios que permanecían cerrados, encontré una barra de hierro, que utilizaba a
veces para levantar el gato del coche, un palo de madera, un destornillador
extremadamente grande que podía servirnos como defensa de ser necesario, y dude
en si seria prudente llevarnos algo con lo que poder defendernos si llegara el
caso, me daba risa, comenzaba a pensar como Julián, lamento no tener un arma en
casa, quizás en estos momentos tener una pistola o una escopeta podría ser una
buena elección. En su lugar tome lo más peligroso que pude hallar en mi casa, un
cuchillo jamonero y lo envolví con un paño de cocina para que María no lo
viera, junte todo aquello en una bolsa vieja de lona y regrese al dormitorio, María
seguía profundamente dormida, lo necesitaba, deje la bolsa en el piso a mi lado
de la cama, y me acosté junto a mi mujer abrazándola, yo también estaba
cansado, decidí que descansaría yo también un rato. Solo por si acaso puse el
despertador para que sonara a las seis de la tarde.
DIECISIETE
Sabia que estaba soñando, ya que no podía recordar como había
llegado allí, era de noche, estaba rodeado de niños pequeños, todos de corta
edad, 5 a 7 años como mucho, y de mucha gente mayor. Era alguna especie de feria
de esas que llegaban en las fiestas importantes del pueblo y se montaban en las
afueras, con su gran carpa, la noria y aquel grande e iluminado carrusel poblado
de maravillosos caballitos y seres fantásticos, girando sin parar y llevando
sobre sus coloridas grupas, a un pequeño con una increíble sonrisa de felicidad
en sus labios, la música que se sobreponía al jolgorio general, eso era lo que
oia, la música de aquel carrusel, que poco a poco parecía llenar el espacio de
aquel lugar. Vi que todo el grupo, niños y ancianos por igual, se acercaban al
carrusel a la vez, por alguna razón, por algo que no podía ver desde donde me
encontraba, todos querían ir allí. Decidí ir yo también, a medida que me
aproximaba la música de salía del carrusel parecía tener un influjo hipnótico
en los presentes, que abobados se paraban a escasos pasos de aquel periódico movimiento circular de aquel
aparato, moviendo sus cabezas de arriba abajo a la par que lo hacían mientras
bajaban y subían las irreales cabalgaduras del carrusel. Vi que de pronto
todos aquellos corceles, grifos, osos y leones, estaban vacíos, solo giraban y
giraban, subiendo y bajando cada uno de ellos prisioneros de aquel brillante
poste de metal, que los mantenía fijos a cada uno en su sitio. La multitud permanecía
observando callada, como esperando algo. Vi que del centro se acercaba una
figura muy colorida, grande, era una persona, me recordaba algo, claro era un
payaso con un colorido traje, con su típica nariz de bola y los cabellos rojos,
con una gran sonrisa pintada de color sobre su blanca cara, pálida cara, ese
color me recordaba algo, no caía ahora que, pero sabia que era algo importante.
El payaso llego a uno de los bordes y cada vez que en uno de
los giros pasaba frente a nosotros, con gestos y una gran sonrisa nos invitaba
a subir. Así entre vuelta y vuelta el carrusel se iba llenando de niños y de ancianos,
parecía tener una capacidad mayor de lo que parecía, ya que todos los que
subían encontraban un animal donde montarse. Estaba viendo eso asombrado,
cuando me fije que el payaso me miraba fijamente a mi, y me hacia señas para
que subiera, lo hacia con gestos cómicos como los que hacen los payasos, pero
había algo que no estaba bien, había algo que me daba miedo. De repente empezó
a destacar sobre las otras cosas la música que venia del carrusel, sonaba cada
vez más fuerte. El payaso estaba más cerca de mi, en el borde y misteriosamente
parecía no girar con el carrusel, estaba como fijo en ese sitio haciéndome
señas para que subiera y sonriéndome al hacerlo, no se me recordaba algo,
aquella palidez de su cara, aquella enorme sonrisa. De repente sentí unas ganas
profundas de subir y cuando comencé a hacerlo, sentí unos golpes en la pierna y
que me agarraba por una de las perneras del pantalón. Voltee y baje la mirada,
era una pequeña niña, aparte de mi, la única que no había subido todavía, me
halaba el pantalón y me decía algo mientras señalaba con su pequeño brazo,
detrás de nosotros. La música no me permitía oírla así que me agache
acercándome a ella para poder oír lo que me decía. Trataba de decirme algo, de
avisarme de algo que repetía una y otra vez y no podía entenderla, mire hacia
atrás, pero solo podía ver niebla y oscuridad, y su bracito mientras parecía
repetir una y otra vez lo mismo. De repente un súbito parón de la música me
dejo oír lo que aquel niño decía mientras me tenia tomado del pantalón,
- ya vienen - decía,
- ya vienen – repetía una y otra vez,
pero no podía ver nada a través de la niebla, solo podía oír aquella vocesita
repitiendo – ya vienen -, de repente la niña desapareció de mi vista y sentí
como si me tomaran por los hombros por unas manos poderosas, bruscamente
alzándome a gran altura para dejarme caer sobre aquel carrusel, era como si
hubiera subido mil metros o más en el aire y de pronto te dejaran caer, podía
ver como el suelo se iba aproximando más y más, el pueblo, las casas, la feria,
todo se hacía cada vez más grande, más cercano. Sabía que caía en picado
derecho hacia el carrusel. Su figura girando se hacia cada vez más grande,
podía ver a todos aquellos niños y ancianos,
girando sobre sus monturas, felices en aquel giro sin fin, comenzaba a percibir
los detalles del carrusel, los coloridos animales, los niños, el payaso que
ahora como un muñeco más giraba y giraba en el centro de aquel aparato, y podía
ver el suelo, un suelo circular hecho de viejas tablas de madera, el suelo
hacia donde estaba cayendo, ya solo faltaban escasos metros, el golpe iba a ser
terrible, estaba cayendo de cabeza, eso
iba a doler. 20 metros, 18, 15,10,7,5,3,2,0. El golpe. El dolor. La oscuridad.
DIECIOCHO
Abrí los ojos. Me había caído de la cama. Estaba todo sudado
y tenía la cara empapada. Todo había sido una pesadilla Me había quedado
dormido. Al final el cansancio había ganado la batalla y al final me quede
dormido yo también.
Me levante y vi que María estaba profundamente dormida. Vi
en la cabecera de su cama y mire que faltaban dos pastillas del blíster. Había
tomado una dosis mayor y ahora dormía tranquilamente. Decidí no molestarla,
necesitaba descansar, las ultimas horas para ella habían sido muy estresantes,
seria mejor así.
Me puse los zapatos y después de ir al baño y lavarme la
cara para despejarme fui a la sala. Vi que la luz del contestador parpadeaba, quizás
esa era la música que escuche en mi sueño y relaciones con el carrusel, tome el
teléfono y le di al botón para escuchar el mensaje. Era Julián, había llamado
varias veces, tres veces para ser exacto, el ultimo mensaje me dejo muy
preocupado, solo conseguí oír entre murmullos, entre jadeos de alguien que
estaba muy asustado, ruidos sordos, apagados, como de roces y unas pocas
palabras. Solo había dos frases que se podían entender, “ ……………...
esconder” y “ya vienen”. El
mensaje terminaba de pronto, colgaban como si Julián no hubiera querido que lo
escucharan. Me dejo muy preocupado, no sabia que hacer.
Volví a la habitación para despertar a María pero a pesar de
mis intentos seguía profundamente dormida. Decidí dejarla así, descansando.
Cuando se levantara estaría mejor y me seria de más ayuda.
Tome el bolso de lona con las herramientas y salí de la
habitación. Fui a la sala y me quede sorprendido, al ver la hora en el reloj de
la pared, las 9:35 de la noche, era tarde,
Me había quedado dormido y no había escuchado el
despertador. No sabia que hacer, mi amigo nos necesitaba, necesitaba ir a ver
que podría estar pasando en casa de Julián. Quizás solo era otra paranoia
infundada producto de la tensa situación que vivíamos, pero quizás no, no lo
sabía, en esos momentos no podía negarlo, estaba preocupado y no sabia que
hacer, yo también tenia miedo.
Volví a la habitación. María seguía profundamente dormida.
En aquella situación no podía ayudarme. Seria lo mejor que descansara. La
necesitaba fresca, despierta otra vez, así podríamos entre los dos, pensar
mejor las cosas a ver si podíamos encontrarle una salida a esta situación. Le
di un beso y salí de la habitación pero le deje la luz encendida. Revise bien
que estuvieran cerradas todas las ventanas del apartamento, solo por si acaso,
pase las cortinas y deje la luz de la sala también encendida, estaría mejor
así. Volví a entrar en la habitación, decidí dejarle una nota a María para que no se preocupara por mi ausencia, la
puse en un sitio donde pudiera
encontrarla apenas se despertara, sobre su mesita de noche.
Salí de allí sin hacer ruido, fui a la sala y tome la bolsa, metí la mano para revisar que no se me olvidara nada, todo estaba allí, la
linterna, el cuchillo jamonero, la barra, las herramientas, en fin estaba todo.
Mire una ultima vez hacia la sala y asegurándome que todo estaba en orden, abrí
la puerta y salí de casa. Me asegure que la había cerrado la puerta con llave
al irme. María estaría bien, podría descansar tranquila.
DIECINUEVE
El pasillo del edificio estaba completamente en silencio, y
lo único que se escuchaba eran mis pasos al bajar por las escaleras. Desconocía
la suerte de mis vecinos a los que no veía desde hacia tiempo, pero imagine que
quizás estarían como María ahora, encerrados en sus casas esperando que la
situación se mejorase.
Salí a la calle,
afuera la noche estaba fresca, quizás un poco fría, comenzaba a bajar el viento frió de las peñas. Me dirigí sin perder tiempo a casa de Julián. A mi paso pude
ver que las calles permanecían vacías, solitarias, terriblemente mudas. A mi
paso me parecía ver entre las esquinas algo
que parecía moverse a mi lado entre las sombras, podía escuchar como unos
pasos, unos ligeros roces, no aquello era producto de mis nervios, sabia que en
aquellas calles no había nada, allí no había nadie solamente estaba yo caminado
entre aquellas sombras. Debía ser mi imaginación pero hacia cualquier sitio
donde dirigiera donde dirigiera la
mirada, creía ver aquellas extrañas manchas que parecían estar ahora por todos
lados.
Llegue a casa de Julián y toque a su puerta. Nada no recibí
respuesta, volví a tocar, una, dos, tres veces y aguarde, pero nada. Toque otra
vez, repetí aquella operación varias veces, pero en ninguna ocasión recibí
respuesta. El tiempo seguía pasando y no quería dejar a María sola mucho
tiempo. Mire alrededor de sus casa, y solo pude ver algunas de esas manchas
sobre dos de sus paredes, y desafortunadamente todas las ventanas estaban
cerradas, lo intente pero no podía abrirlas. Tendría que romper la puerta si
quería entrar. Decidí jugármela, saque del bolso Tenia miedo, ya a estas
alturas no me importaba confesarlo. Metí la mano en la vieja bolsa de lona y
tome el cuchillo, nunca lo había utilizado para defenderse, pero entre mi mano,
me hacia sentirme un poco mejor. Avance poco a poco revisando cada una de las
habitaciones, pero no estaban allí, la casa estaba sola. No sabia que pensar,
aparte de algunas sillas movidas, no me parecía ver nada anormal allí, señales
de violencia o de una rápida huida o algo así, pero no salvo por eso todo parecía
estar normal. Volví a echar un nuevo vistazo por toda la casa pero fue inútil,
no había rastro allí de Julián ni de Sara. Entre en su habitación, y tome un
cuaderno que encontré allí, para dejarles una nota, indicándoles que había
estado allí buscándoos, y que no se preocupar por lo de la puerta, mañana
temprano estaría con el carpintero para repárarsela. Al dejar la nota sobre la
cama y salir, me percate que sobre la pared sobre la que se apoyaba la puerta
al abrirse había una de aquellas manchas, que no odia verse desde afuera. La
toque, parecía muy fresca, quizás demasiado, mi mano estaba húmeda, como cuando
uno toca algo recién mojado. Me recordó la mancha que encontramos el cuarto en nuestra casa donde había dormido “ la Nívea”. Volví a tocar algo
en la pared, un pequeño detalle que se distinguí del resto de la mancha, Allí
casi en uno de los bordes había algo que sobresalía de aquella, me acerque a
mirarlo y lo toque con mi dedos, estaba como mojado, era como un pequeño pedazo
de algo, parecía un pequeño trozo de tela o algo así, volví a tocarlo, estaba
mojado, y si al tacto tenia la sensación de la tela, un pequeño desgarro o
harapo, y escondido entre el blancor de aquella especie de yeso parecía
destacar un color, azul, si parecía un pequeño pedazo de tela azul, trate de
sacarlo de allí pero no pude, estaba fuertemente embebido en aquella pared,
como si siempre hubiera formado parte de ella.
Salí de la habitación y cuando cerraba la puerta recordé de
pronto algo que me heló la sangre, cuando vi a Julián aquella tarde él estaba
vestido con una camisa azul, si estaba seguro era una camisa y era de color
azul, no cabía ninguna duda eso era un trozo de su camisa, y como demonios había
ido a para allí era el verdadero problema. No sabia que había pasado, pero no podía
seguir alli ni un rato más. Tenia miedo, ahora si tenia mucho miedo y María
estaba sola, no podía dejarla sola, tenia que regresar a casa y tenia que
hacerlo ya.
Salí a toda prisa de casa de Julián y atravesé corriendo las
solitarias calles, con la impresión de que era observado, de que me veían, de
que presencias misteriosas se escondían entre aquellas sombras y seguían mis
pasos. Escuchaba ruidos, roces, quizás pisadas, pero no quería voltear, no
quería mirar, solo seguía corriendo como un loco a través de la noche. Ya
quedaba poco, quizás una o dos esquinas, ya podía ver el edificio, estaba
asustado pero no podía dejar de correr, salvo por esos lejanos roces no se podía
escuchar nada en ningún lado, gritaba llamando a los vecinos, pero no me
contestaba nadie, parecía que todos se habían marchado del pueblo.
Me sentía
como la ultima persona viva de Villena de las Cuevas. Por fin bañado
completamente en sudor y justo cuando el
corazón parecía reventar en mi pecho llegue al portón de entrada, subí por el
pasillo a toda prisa por el oscuro pasillo, sin preocuparme para encender la luz,
tropecé una o dos veces pero llegue al fin, allí estaba la puerta mi hogar, allí
estaba María. Metí la llave en la cerradura, afortunadamente estaba cerrada, pase la llave y abrí la
puerta. Entre, ya podía estar más tranquilo, estaba en casa. No podía imaginar
lo que me esperaba adentro.
VEINTE
Ente y cerré la puerta con llave otra vez, me mantuve con la
espalda firmemente apoyada en la puerta mientras recuperaba el aliento. Una
rápida mirada de la sala me hizo suponer que María se había levantado. La mesa
del comedor estaba puesta. El mantel estaba dispuesto y sobre el habían
colocados servicio para dos comensales. Dos blancos e inmensos platos reposaban
junto a los vasos de cristal y los cubiertos, dispuestos uno enfrente del otro.
Llame a mi mujer, pero no obtuve respuesta, la televisión estaba encendida y el
sonido de un programa aunque sin llegar a molestar, llenaba completamente el
ambiente de la sala. Seguí llamando a María pero no contestaba. Me despegue de
la puerta y fui rápidamente a la habitación, pero no estaba allí, se ve que se
había despertado, pero no estaba en el cuarto. ¿Habría escuchado algún ruido y
se habría escondido?, -María, María- volví a gritar pero nada, solo había
silencio y el ruido del televisor. Volví a mirar, observe que la nota estaba
sobre la cama, osea que se había levantado y la había leído, entonces, ¿donde podría estar?. Mire en dentro del
armario, nada. Detrás de las cortinas, nada y cuando salía de la habitación, decidí
cerrar la puerta. Quede aterrorizado con lo que vi. Allí detrás de la puerta,
estaba la mancha. Grande y pálida como todas las que había visto, como la que
se escondía en el otro cuarto. La toque, el pálido material que la recubría
como el yeso, estaba mojado, como si lo acabaran de haber puesto tan solo unos
instantes, de hecho había restos de ese material en el suelo. Quería gritar, lo
hice, llame a María hasta que se quede sin voz. Caí de rodillas allí en la
habitación enfrente de aquella mancha, cansado, llorando, me sentía derrotado,
no sabia porque, pero había perdido, si María no estaba, con ella se habían ido
mis ultimas esperanzas.
De repente me pareció escuchar algo, como un rumor sordo que parecía provenir de la cocina. Me puse de pie, riendo y secándome las lagrimas
que cubrían mi cara con las palmas de mis manos, quizás María estaba allí,
preparando algo y no me había oído por el televisor, claro era tarde había que
comer.
Abrí la puerta y fui corriendo a la cocina, pero no termine
a llegar.
Cuando estaba a punto de hacerlo la vi salir.
No podía ser ella, pero allí estaba “La Nívea” que parecía contemplarme con una
mirada de felicidad absoluta en la cara. Quede horrorizado, aquello no podía
ser, ¿Qué hacia esa mujer allí , ¿Cómo había entrado?, ¿Dónde estaba María?,
las preguntas fueron atropellándose en la mente mientras retrocedí asustado
dirigiéndome hacia el comedor, y sin poder quitarle la mirada de encima a
aquella extraña mujer, aunque seguía vestida con esos sucios harapos que
perecían estar húmedos, había algo en ella que había cambiado. Seguí caminando
de espaldas hasta que tropecé con la mesa, mire hacia la puerta y busque
desesperado el bolso de lona, no estaba, recordé se me había caído en las
escaleras mientras subía a toda prisa. La nívea había entrado también en el
comedor y ahora estaba situada entre la puerta y yo, no podía huir, ella me
cerraba el paso. Sin quitarme la mirada de encima se hacia señas con una de sus
manos que aunque estaban muy pálidas, ahora me perecían extraordinariamente
bellas, pero no solo sus manos, toda ella, su cara, sus ojos, su pelo, sus
largas y esbeltas piernas, todo en ella había cambiado. Se había convertido en
la mujer más hermosa que hubiera visto jamás. Ocurría algo allí, no podía dejar
de mirarla, me tenia como hipnotizado y lo sabia pero no podía evitarlo. Poco a
poco se me fue acercando, la tenía tan cerca que pude oler su aroma, un
agradable olor que inundaba todas mis fosas nasales y me relajaba, ese olor me
tenia narcotizado. Poco a poco mi mente empezó a ceder, a relajarse. Quería
correr, gritar, empujarla y salir de allí, pero no podía, solo quería mirarla,
aquella belleza era imposible de describir, ya no quería hacer más nada en este
mundo que solo mirarla.
Me volvió a hacer señas, entendí que me sentara, aquellas
sillas eran para nosotros, yo era su invitado aquella noche. Así lo hice,
resignado me senté. Ahora podía entenderlo todo, pero ya era tarde, no podía
hacer nada. Ella se sentó frente a mi y sin dejar de mirarme puso las manos a
ambos lados de ese gran plato, cada una de ellas sobre uno de los cubiertos. La
mire a la cara, no podía quitarle la mirada de encima, a ese par de hermosos
ojos. De repente deje de pensar en María, en Julián, en la abuela, en los
vecinos, en tantas cosas que habían pasado en Villena de las Cuevas, ya nada
tenia importancia, era el final, lo sabia, pero era feliz, allí estaba ella,
sola para mi.
De repente me pareció
escuchar unos ruidos, si eran roces, pasos, venían de la cocina. Quizás no
estaba sola, y habían venido más como ella. Ahora entendía el mensaje que me
había dejado Julián, era una
advertencia, pero ahora era tarde ya habían llegado.
Volví a mirarla, se había pintado aquellos grandes labios de
carmín, eran hermosos, pero parecían más grandes, se habían vuelto muy grandes,
su boca y sus labios eran enormes, pero no me importaba, aun así no dejaban de
ser hermosos.
De pronto me pareció que aquellos labios se movían, que
comenzaban a dibujar una sonrisa, si “La
Nívea” me estaba regalando una sonrisa, una gran sonrisa, y pude por fin ver
sus inmaculados dientes, blancos, perfectos, enormes.
Sigilosamente una de sus manos tomo uno de los cubiertos y
silenciosamente la dirigió hacia mi.
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Hasta la próxima entrada.
Cuídense.