Hola amigos.
Blanco, rojo, verde y
oro. No, no son los colores de alguna bandera, ni tampoco los colores del
emblema de nuestro equipo favorito de futbol, y podría decirse que tampoco
forman parte de la enseña de alguna Casas reales o monarquías que todavía
existen en el mundo. No, son solo eso cuatro colores, pero no cuatro colores cualquiera,
son cuatro colores que con la llegada del frio, todos los años por estas
fechas, toman las riendas de la ocasión y se visten de una importancia que no
tiene parangón. Son cuatro colores, el rojo, el blanco, el verde y el dorado
que visten unas fiestas que como todos los años, llegan cada año pareciera más
temprano, con su impronta de regalos, cargando el ambiente de buenos deseos y
buena voluntad, llenando con un peculiar aroma que nos recuerda los buenos
momentos de nuestra infancia y que propicia el encuentro entre amigos y
familiares. Si señor amigos, estamos hablando por supuesto de la Navidad.
Guirnaldas, adornos,
anuncios, papel de regalo, ropas, y otras tantas cosas decoradas con esos cuatro
colores adornan y engalanan nuestro hogares, comercios, grandes almacenes,
calles y avenidas, plazas y jardines, anunciándonos que estamos en estas fechas
tan especiales. Realmente todos parecemos disfrutar de la Navidad por igual,
niños, adultos y mayores, todos parecemos sentirnos a gusto con ella y porque
no, todos esperamos con ilusión la llegada de la noche más especial del año
para recibir y entregar algún presente a nuestros amigos y seres queridos, eso
es uno de los motivos por lo que esa noche es tan apreciada y esperada en
especial por los más pequeños, en los que ese día la magia de la navidad llega
para cumplir sus sueños y deseos.
Pero que es realmente la
Navidad y por que se celebra.
Bueno amigos, el nombre
de viene Navidad viene del latín, y es la
contracción de la palabra Natividad, que significa nacimiento o
natalicio. Esta fiesta comenzó a celebrarse por la Iglesia Católica Romana y de
allí se propago a la religión protestante y al resto del mundo.
Antiguamente se
celebraban en el mundo diversos rituales y fiestas paganas para celebrar la
llegada de un nuevo año. Esta costumbre
pagana fue con el tiempo absorbida por la iglesia cristina y adaptada a sus
costumbres, ocurriendo esto alrededor de siglo cuarto de nuestra era y apareciendo
las primeras noticias de la celebración de ella en las primeras comunidades
cristianas de Egipto. Fue una costumbre que no fue instituida por Jesucristo o
los primeros apóstoles, o por las primeras autoridades cristianas, fue algo más
bien que fue formando parte de la aceptación de antiguas costumbres paganas y
su adaptación de manera lenta pero constante a los ritos cristianos, hasta que
al final se asimilo y se adapto a la nueva fe. A partir del siglo cuarto de nuestra era, oficialmente a partir del año
345, que bajo la influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianzeno,
que los lideres de la iglesia cristiana occidental, proclamaron que su
celebración se institucionalizara el 25 de diciembre como fecha de la Navidad y
se celebrara oficialmente como fiesta cristiana.
Aunque el evento que da
origen a esta fiesta es la celebración del nacimiento de Jesucristo, realmente
la fecha exacta de su nacimiento se desconoce, la biblia ni las sagradas
escrituras arrojan mucha luz sobre una fecha exacta, aunque la idea que parece
ser la más apropiada, es aquella que indica que se adopto por consenso por
parte de las autoridades de la Iglesia, ese día, el 25 de diciembre como fecha
natal de Jesucristo, basado en las festividades paganas de la Brumalia que se celebraban
el 25 de diciembre y que conmemoraban el día más corto del año y la llegada del
nuevo sol, fecha en la se celebraban intercambios de regalos y presentes entre
los participantes en los festejos, costumbres propias de las antiguas festividades
paganas de la Saturnalia (Fiestas en honor a Saturno que se celebraban el 19 de
diciembre)
Pues bien, el 25 de
diciembre, el día de la Navidad, es cuando se conmemora el Nacimiento de
Jesucristo en Belén, y después de la Pascua de Resurrección es la fiesta más importante
del año eclesiástico.
Por el mismo periodo, en
los pueblos y naciones del norte de Europa se celebraba una fiesta de invierno
de corte similar, llamada Yule, en donde se quemaban grandes troncos adornados
con cintas y adornos en sus ramas, en honor a sus dioses con el fin de hacer
que el sol brillara con más fuerza.
Con el paso de los siglos
y a partir de la edad media, la iglesia añadió el pesebre o nacimiento y los
villancicos a sus costumbres, así como la realización de banquetes como punto
culminante de las celebraciones.
A partir del siglo XIX,
la celebración de la Navidad se acerca más a la manera que tenemos de celebrarla
en nuestros días. Puede decirse que la Navidad tal como la conocemos hoy en día
es un invento del siglo XIX. El icono por excelencia de las fiestas navideñas:
el árbol de navidad, es una costumbre de origen Alemán, que se entendió por
Europa y luego llevada por inmigrantes a Norteamérica donde seria acogida y
desde donde se propagaría hacia al resto de América y el mundo.
La costumbre de cantan
villancicos en esas fechas fue recuperada y se compusieron muchos nuevos. En
muchos países de América surgieron muchos tipos de músicas populares y festivas
para celebrar esas fechas, así a los populares villancicos se sumaron, las parrandas,
cantos navideños, agrupaciones corales, aguinaldos y en algunos como en
Venezuela, las populares Gaitas Zulianas o navideñas, donde se mezclaron de una
manera divertida y libre, temas religiosos, del sentir popular, de la
cotidianeidad, para crear una música alegre, sentida y muy pegajosa. La
costumbre de entregar tarjetas de navidad comenzó hacia 1870, fecha en la que
empezaron a utilizarse estas para enviarlas a amigos y familiares a manera de
presente navideño, aunque las primeras noticias de impresión de las primeras
tarjetas de felicitación vienen de Londres en 1846.
Un personaje entrañable
de las navidades, el amigo universal de los niños y de todas las personas de
buenos deseos y buen corazón, Santa Claus, con su familiar imagen de su traje
rojo, su gorro, su trineo tirado por renos y su gran bolsa cargada de juguetes
y regalos, que esa noche tan especial hace llegar a todos bajando por una
chimenea, o entrando a nuestras casas de manera mágica, para dejarlos a los
pies del arbolito o dentro de un gran calcetín, es solamente una gran invención
Norteamericana de fecha reciente, de comienzos del siglo XX. Si bien es cierto
que la leyenda cristiana de Papá Noel sea antigua y compleja, y proceda en gran
parte de San Nicolás, un santo obispo que vivió en Mira, región de Licia en Asia
Menor, en lo que seria la antigua Turquía,
que ayudaba por esas fechas a pobres y necesitados, llevándoles alimentos y
presentes generosos; y de una jovial figura medieval llamada el espíritu de la
Navidad.
En muchos países de
Latinoamérica no es San Nicolás o Santa Claus quien les trae los regalos y
presentes a los pequeños de la casa, esa noche, la del 24, es el niño Jesús
quien se los trae, celebrando la alegría de su nacimiento con ellos de esta
manera y compartiendo con ellos ese sentimiento tan especial.
Hoy en día la Navidad se
ha convertido desafortunadamente en un gran negocio para muchos, y a perdido
parte de su esencia primigenia para convertirse en época de una gran actividad
comercial, sin desvirtuar las cosas buenas como los son el intercambio de
regalos y las reuniones y comidas familiares.
En Occidente se celebra
la Misa de Gallo en Iglesias y catedrales. En España y los países de América
latina, de fuerte tradición católica, se celebra especialmente la Nochebuena,
el 24 de diciembre, con una cena familiar para la que se elaboran una
diversidad de platos, postres y bebidas tradicionales, muchos de ellos únicos
para estas fiestas. Se acostumbra a asistir de madrugada a la misa del gallo y
celebrar con cohetes, parrandas y fuegos artificiales, y años atrás en varios
países de Sudamérica se acostumbraban a realizar entre los participantes
grandes patinatas, donde calzados de un buen par de patines las calles se
llenaban de ruidos alegres, risas, y canciones entonadas por los participantes
a estos festejos, y como no el ruido de muchos, pero muchos petardos para
anunciar que había nacido el niño Dios.
En fin la Navidad es
celebrada con alegría y de distintas maneras a lo largo y ancho del mundo, y
aunque ya no es aquella humilde celebración cristiana, y ahora se ha convertido
en un gran evento comercial y publicitario, la Navidad fue, es y será siempre
una celebración en donde cuatro colores: el rojo, el blanco el dorado y el
verde, y la magia especial de esos fechas, nos permitirá por unos días sacar lo
mejor de nosotros mismos, y compartir buenos deseos, sueños y buena voluntad, dejar
atrás los problemas de todos los días,
compartir con amigos y familiares,
y ayudar a los más necesitados, aliviando
sus carencias y llevándoles alegría.
La navidad, tiempo de frió aromas especiales en el aire, regalos y muchísimo corazón y buenos
sentimientos.
No me gustaría terminar
sin hacerles llegar un pequeño cuento con ocasión de esta fecha que he escrito
para ustedes.
PEQUEÑO CUENTO DE NAVIDAD.
Primera Guerra Mundial.
Norte de Francia. 24 de
Diciembre de 1915.
Frente aliado a orillas
del río Somme.
La fuerza expedicionaria
británica y sus pares del VI Ejercito Francés llevaban meses estacionado en la
región, con su cuartel general en el atrincherado bosque de Mametz, donde las
innumerables trincheras horadaban la húmeda tierra, creando profundos y fríos
lodazales de barro y nieve sucia, que
complicaban la vida de mil y una manera a los combatientes, que a
principios de aquel frio invierno se hallaban anclados al borde de esa gran
tierra de nadie, donde en medio de aquel terreno plano, horadado y desbastado,
lleno de alambre de púas, barricadas y cadáveres, se encontraba aquel antiguo y pétreo monumento celta, “El puño del Druida”, como solitario guardián
de aquel desolado y nevado paisaje. Al otro lado, acantonados entre largas
trincheras y penalidades, estaba destacado el cuarto y quinto regimiento alemán
y sexto de artillería austriaca, tan
aislados y atrapados como los combatientes del ejército aliado.
Meses de escaramuzas sin
sentido, de perdidas humanas inútiles, de cañoneos incesantes, donde el
traqueteo de las ametralladoras se había vuelto el sonido habitual por aquellos
bosques, desbastados por la guerra y el dolor, donde los pájaros y el verdor de
los arboles se habían marchado hacia otros lugares más tranquilos, amparados
quizás por la mano de Dios.
Aquella noche, fría y
blanca por la numerosa nieve que no había dejado de caer en todo el día, la
oscuridad se filtraba por igual por todas partes del bosque y en especial por
aquella tierra de nadie entre bandos, iluminada ocasionalmente por algún
fogonazo distante y sin sentido, disparo
de algún fusil, realizado por algún solitario vigía más por aburrimiento que
por saña.
Dentro de las trincheras
pequeños grupos de soldados alrededor de fogatas, en un esfuerzo inútil por
disipar los temblores producidos por el frio de aquella noche de diciembre.
Navidad otra vez. Que
triste y nosotros aquí- dijo uno de ellos con gesto de gravedad, a la par que
llevaba sus amoratonadas manos más cerca del fuego para atenuar aquel frió que
calaba hasta los huesos.
- Si Luck – dijo
Phillipe, - como me gustaría estar ahora en mi pueblos, uhm, hasta me parece
oler el estofado de cordero que estarán sirviendo en la taberna. Como me
gustaría estar ahora allí- y tu Luck si no estuviéramos en guerra que te
gustaría estar haciendo hoy.
Pues yo Phillipe, me
gustaría estar ahora mismo en la plaza del pueblo, donde estaría bailando con
Marie, te puedo asegurar que bailaríamos toda la noche y después nos
embriagaríamos de vino dulce y después, después que quieres que te diga amigo,
imagínatelo tu – dijo Luck mientras con una sonrisa le pasaba una petaca de
rancio licor a su amigo.
John estaba oyendo la
conversación y les dijo que también le gustaría estar en su hogar, le
encantaría oír las risas y las canciones que estarían cantando las personas de
su ciudad, quizás estaría paseando con sus amigos por las calles de Dublin
haciendo tiempo antes de ir a cenar a casa de sus padres con sus familiares, y
después, porque no ir al parque donde la gente estaría patinando en el estanque
congelado, donde con suerte podría conocer a alguna chica.-
Tienes razón – dijeron
casi a la misma vez Max y Marcel, y poco a poco cada uno de aquellos nueve
soldados fue compartiendo sus anhelos en aquella noche que aunque no pudiera
parecerlo, era la noche de navidad.
Mi padre siempre contaba
una historia, la misma historia siempre en nochebuena, sobre el Espíritu de la
Navidad- dijo Marcel, - Siempre después de oírla me imaginaba a mi siendo pequeño, viniendo con la leña
del bosque y descubriendo por sorpresa al Espíritu- dijo Marcel mientras le
daba una profunda calada al sucio cigarrillo que tenia entre los dientes. –
Imaginaba verlo allí, parado frente a mi, con su verde abrigo y su gorro, su
blanca cabellera, dirigiéndose a mi en un lenguaje que asemejaba música, como
si sus palabras fueran sonidos de gráciles cascabeles, que alegraban mis oídos
con su conversación, y flotando por todas partes podía oler un agradable y profundo olor a canela, si el espíritu de la navidad olía a canela -, así me imaginaba que seria el espíritu si algún día me encontraba
con el- dijo Marcel y prosiguió, - mi padre decía que su sola mirada disipaba
el temor y le llenaba a uno de paz, y como dicen las leyendas me daría un
regalo por ser navidad-, bueno eso es lo que creía cuando era niño, ahora no se,
han pasado tantas cosas, he visto tantas cosas terribles que no se si queda
espacio en mi corazón para creer en esas cosas-, termino diciendo mientras le pedía
la petaca a uno de sus compañeros para darse un trago.
Mi padre también decía, -
dijo Alex- que a veces tenias que confiar en el espíritu, no se si se refería a
los mismo, quien sabe.
La noche siguió su camino
y entre historias, surgió alguno que otro lejano villancico, y así fueron
pasando las difíciles horas, ya que esa noche tres de aquellos jóvenes soldados
tendría que emprender una ronda de exploración internándose en tierra de nadie
para llegar hasta “El puño del Druida” para espiar al enemigo y si había
suerte, regresar para contar lo que habían visto.
Misión difícil, lo
sabían. Muchos había ido y casi nadie regresado. Aquellos parajes se habían
cobrado su cuota de vidas y almas inocentes. De verdad no había justificación
por tantas muertes, todos lo sabían, pero así era la guerra.
Fue así, cuando faltaban
veinte minutos para la media noche, que los tres elegidos, se pusieron los
cascos, tomaron sus fusiles y un buen par de prismáticos, y silenciosamente
subieron por la trinchera, donde una vez arriba y cuerpo a tierra, emprendieron
la ardua labor de arrastrarse a través de la nieve y el barro, para recorrer
los casi quinientos metros que los separaban de aquel antiguo monumento.
Sin que ellos lo supieran
y casi por azar, un grupo de cuatro soldados hacia lo mismo del bando Alemán, y
se dirigía a rastras también hacia “El puño del Druida”.
Cuando ambos bandos estaban
por llegar, un soldado de cada uno de ellos se adelanto y apuro los últimos
pasos hasta llegar al monumento, amparados en la oscura noche. Fue así como se encontraron
Alex y Gustav, frente a frente, de improvisto al doblar la ultima esquina antes
de llegar a lo que podría ser un refugio. Cada uno de ellos como reacción
instantánea tomo su fusil y súbitamente sin pensarlo, apunto en la cara al
otro.
Se podría decir que no
había más de treinta centímetros entre las bocas de los fusiles.
Alex y Gustav se miraban
nerviosos, no se apartaban la mirada uno del otro. Se podía decir que ninguno
de ellos sabía que hacer, los dos estaban terriblemente asustados. Ambos
iguales, jóvenes y asustados. Gotas de sudor resbalaban sobre los rostros, todo
estaba en silencio, en aquella blanca soledad lo único que se escuchaba era el
latir de ambos corazones y el sonido de los copos de nieve que comenzaba a caer
otra vez.
Alex no sabia que hacer,
debía disparar pero no tenia el valor, el soldado que estaba parado frente a él
no era como les decían que eran los alemanes, allí solo podía ver a un joven
tembloroso y asustado como el. Quizás eran los nervios, pero poco a poco le
parecía que llegaba a sus oídos el débil y lejano sonido de metálicos
cascabeles. Pudo percibir por la expresión del otro soldado que también debía
de estar escuchando algo. El viento parecía traer el sonido a su paso por las
desnudas ramas de los arboles, y poco a poco parecía dejar de ser un rumor para
parecer el cercano rumor de un trineo algo similar.
Entonces le pareció que
alguien le susurraba en los oídos “déjate llevar por el espíritu”, “confía en
tu corazón, no tengas miedo, déjate llevar por el espíritu”. Por otro lado
Gustav parecía oír en un perfecto alemán lo mismo “Gehen sie mit dem Geist”, “Vertrauen
Sie Ihrem Herz, haben Sie keine Angst, gehen sie mit dem Geist”. Alex pensó que
aquello sonaba demasiado absurdo para ser verdad, pero recordó también lo que
le decía su padre “déjate llevar por el espíritu”, quizás la equivocación le
costaría la vida, pero decidió confiar y pidiendo un deseo dijo para si: - espíritu
de la Navidad si de verdad existes solo te pido una cosa hoy, solo quiero Paz.-
y procedió a bajar lentamente el fusil que apuntaba al soldado enemigo. A la
vez que hacia eso, el soldado alemán también pronuncio algunas palabras y procedió
a bajar el también su fusil.
Se quedaron ambos
mirándose sin saber que hacer, y de pronto el soldado alemán se adelanto y tiro
el fusil a la nieve y le ofreció la mano en señal de buena voluntad. Alex hizo
lo mismo, y aquel día cuando exactamente dieron las doce de la noche aquellos
dos soldados se estrecharon las manos como dos posibles amigos, como lo podrían
llegar a ser si no fuera por la absurda guerra en la que se hallaban metidos.
Si esa oscura noche hubiera habido
algún testigo de aquella escena, habría visto en la oscuridad, el débil resplandor de una
fogata entre las antiguas ruinas, y allí reunidos en torno al calor y al fuego,
hubiera visto aun grupo animados de
soldados, charlando y entonando juntos, unas alegres canciones de Navidad.
Quizás mañana volverían a
ser enemigos. Quizás se verían las caras otra vez en el campo de batalla, pero eso seria mañana, u otro día tal vez. Esta
noche, y solo por esta noche serian amigos. Esta noche no habrá fusiles ni granadas, y solo habrá paz, alegrías y
canciones. Por unas horas no habrá guerra, solo eso y el lejano ruido de sutiles cascabeles que como música, viene como un susurro traído por el viento a su paso entre los arboles
del bosque, eso y un olor a pan dulce caliente, como recién salido del horno, porque esta noche para ellos es solo eso, una noche tranquila, una noche de paz, su
noche, solo por eso, porque esta noche es Navidad.
Sobre la nieve, comenzaba a percibirse un tenue olor a canela.
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A todos mis lectores les
deseo una Feliz Navidad.
Hasta la próxima vez.
Cuídense.