domingo, 23 de septiembre de 2012

Estrellas

Hola Amigos.

Como todos los domingos, aquí estamos otra vez con el cuento de la semana. Sigo como quizás muchas personas en estos momentos,buscando cosas importantes y esperando con paciencia e  ilusionado a que estan lleguen. Quizás eso es lo que me ha inspirado a escribirlo. Este cuento  es uno de esos en los que al final de todo hay mensaje, un buen mensaje, - eso es lo que he querido buscar - indiferente a la religión que tengas, o que creas o no, por eso me gusta, porque nos incita a imaginar, a creer, porque digan lo que digan, a todos nos gustaría creer en que al final de todo, siempre hay algo bueno más allá que nos espera.
 La vida tiene múltiples caminos, buenos o malos, largos y cortos, rectos, retorcidos, un camino por cada decisión, caminos para todos los gustos, pero caminos al fin, y como todos los caminos, todos los senderos al final llegan a un lugar, a una meta, a un destino, un destino que escoges tu. O no?.
Bueno amigos, los dejo con la historia, espero les guste.

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                                                                   ESTRELLAS


A medida que iba creciendo la marea, el dolor se hacia cada vez más insoportable, la oscura agua comenzaba a cubrir aquellos negros y quebrados maderos que permanecían silenciosos, clavados en aquella orilla. Una insondable sensación de estar rodeado, inmerso en oscuras y frías aguas, era cada vez mas frecuente. El dolor se hacia más inclemente a medida que aquella marea iba cubriendo los solitarios maderos en la orilla. Por momentos el desagradable sabor del agua salada inundaba su boca, el aire se escapaba de sus doloridos pulmones, mientras formaba multitud de agónicas burbujas al irse hundiendo en aquellas aguas. Infinidad de minúsculos y fantasmales pececillos mordían su cuerpo a medida que se iba hundiendo, produciéndole el dolor de ser penetrado por mil pequeñas agujas. Se estaba ahogando y trataba de llagar a la claridad, a la luz que tenia arriba, pero era inútil, no podía, el agua lo llenaba todo.
Con un profundo y lastimero grito se despertó. El sudor bañaba todo su cuerpo, cubierto de cristales y terribles quemaduras. Al tratar de incorporarse de aquel lecho, una oleada de dolor volvió a inundarlo completamente: Sus piernas eran sangrientos harapos rotos y desgarrados, cayendo otra vez en un profundo estado de inconsciencia, producto de aquellas terribles fiebres.

Había caído cuando volaba desde la India hacia China cubriendo la ruta que atravesaba el Tíbet. El viejo DC-3 no aguanto mucho el embate de los feroces vientos en aquella cara de las altas cumbres montañosas, perdiendo el control para estrellarse en el flanco norte de esa alta cordillera, rodando cuesta abajo a través de los escarpados y nevados picos, terminando con una gran explosión a la orilla de aquel recóndito valle.


El monasterio de aquellos lamas, yacía sobre una pétrea terraza natural en aquella escarpada pared rocosa, accesible solo por un pequeño sendero labrado en la dura roca, lo que la hacia prácticamente inexpugnable, y reforzaba el aislamiento y soledad de aquellos pacíficas personas. El teniente Wilson, yacía postrado en un humilde lecho en una de las típicas y austeras celdas donde dormían aquellos monjes. Afuera, estos se dedicaban a su rutina diaria de meditación y a la observación de los astros, pues su congregación se distinguía  por ser grandes y reconocidos astrónomos, y gozaban de fama a través de varios siglos por todas aquellas regiones.
El cuidado que le habían prodigado, solo servía para alejar momentáneamente el desenlace final de aquel hombre, ya que sin los medicamentos y procedimientos quirúrgicos apropiados, disponibles solo a muchos kilómetros de allí, era imposible salvarlo y ellos lo sabían, no podían hacer más nada sino esperar, él estaba agonizando.

Por varias noches lo habían sacado con su lecho afuera, al raso, con la intención y mientras el grueso de los monjes se hallaban entregados en un complejo y misterioso ritual místico, para que escogiera un lugar en especial en el límpido cielo nocturno de aquellos elevados parajes montañosos, aunque sin muchos resultados, ya que siempre y cuando creía comprender las intenciones de sus benefactores, comenzaba a desvariar y perdía constantemente el conocimiento a causa de los terribles dolores que sufría, y a la  tenaz e increíble fiebre que persistía y no le permitía tener un instante de serenidad y cordura. Una y otra vez se repetía sin éxito aquella escena a lo largo de las frías y solitarias noches. Pacientemente era trasladado otra vez a la celda mientras afuera, y acompañados por el rítmico sonido de tambores y flautas, los monjes seguían entregados con místico éxtasis a una misteriosa disciplina astronómica, como queriéndole arrancarle lentamente y sin prisas a la noche, sus más profundos e íntimos secretos.
Pacientemente, el gran Lama de la orden – Thiang Lang Sum – permanecía a su lado aprovechando los pocos momentos que tenia aquel hombre de lucidez, para explicarle su situación. Sabia por ejemplo, que había sido criado en una excelente familia inglesa, conocía bien el idioma, así se pudo enterar que el teniente formaba parte de una expedición que estaba tratando de circunnavegar el globo  en menos de treinta días, habían partido de la India con destino a Shi-Kuang en China, pero el mal tiempo los había hecho caer cuando atravesaban aquella montañosa región de los Himalayas, sin haber podido comunicar por radio el accidente.
La infusión sedante que le estaban suministrando, solo en parte calmaba los profundos dolores que sentía, ya hasta la simple ingestión de los más blandos alimentos, le causaba una incomodidad total, su final se hacia cada vez más próximo. Las noches se sucedían en rítmica procesión sobre aquel calmado monasterio, y con ellas el ritual que ejecutaban aquellos monjes se iba repitiendo cada vez con mayor fuerza, con mayor concentración, con un mayor misticismo. Aquellos sabios astrónomos podían observar los signos del cielo y sabían que el momento estaba próximo, que en muy poco tiempo aquel hombre moriría. Aquella noche el teniente se encontraba en uno de esos raros momentos de lucidez, el Gran lama le indico que lo sacarían allí afuera y que era de mucha importancia que se fijara muy bien en el cielo, y escogiera un lugar en el, el que más le gustara, uno que le inspirara la sensación de sentirse cómodo, en paz.

Acto seguido un grupo de monjes vistiendo túnicas de color azafrán, entraron y sacaron el lecho donde se encontraba el teniente y lo sacaron al exterior. Afuera soplaba una fría y seca brisa, por lo que lo taparon con algunas gruesas mantas de lana de Yak. A lo lejos un manto de pálida neblina cubría ya la parte baja del valle.
El gran Lama, llamándolo por su nombre por primera vez desde que lo habían encontrado, le dijo – míster Wilson, quisiera que fijara su vista amablemente en el cielo, recórralo lentamente con sus ojos y escoja un lugar y trate de fijarlo lo más que pueda en su mente, cuando lo haya hecho y solo entonces, hágamelo saber -, acto seguido se retiro al sitio donde los otros monjes se hallaban entregados, entre oraciones y mediciones que hacían del cielo con algunos antiguos instrumentos,  a aquel misterioso ritual.
Lentamente y con visible esfuerzo, Wilson se incorporo del lecho lo más que pudo y que le permitían sus escasas fuerzas, con lagrimas en sus ojos, poso la mirada en aquella oscura y estrellada bóveda celeste. A su mente acudían multitud de recuerdos mientras recorría el cielo pausadamente con la mirada. Había oído una vez que antes de morir, uno veía como en una rápida película toda su vida, sabia que iba a morir pero no podía evitar la profunda tristeza que lo embargaba, sabia que aquella aventura en la que se había embarcado, estaba llena de innumerables peligros, pero nunca se había imaginado que terminaría así, solo e inmensamente alejado de su hogar, de sus amigos, de su familia. Escogió al fin un punto, un área de pálida claridad cercana aun pequeño grupo  de estrellas. Haciendo caso omiso al terrible dolor que sentía, se recostó y levanto el brazo señalando hacia aquella dirección, les hizo saber con su mirada a esos monjes que ya había escogido el lugar.

El gran Lama vistiendo una túnica violeta se aproximó, indicándole a algunos monjes que tomaran nota del lugar y lo volvieran a llevar otra vez adentro. Antes de hacerlo, le pregunto al teniente Wilson si aquel era el sitio que había escogido, el le indico el sitio señalándolo con uno de sus dedos, y el Gran Lama con u  pacifico gesto le hizo saber su aprobación, había elegido un buen sitio, se lo hizo saber al resto de los monjes, que al ser notificados intensificaron su ritual, llevándolo a su punto álgido presos de un inexplicable paroxismo y alegría, mientras danzaban sin descansos obre los viejos símbolos tallados en el suelo. Acto seguido, algunos de ellos, los que no tomaban parte en el ritual, tomaron con delicadeza su lecho, llevándoselo otra vez a la habitación.
Una vez en ella, se retiraron quedando solos el teniente y el Gran Lama, el cual pausadamente comenzó a hablarle – Sr. Wilson, usted ya se habrá dado cuenta de su gravedad, nuestros cuidados no han podido hacer mucho por su salud, pero sin embargo nos hemos entregado a otras tareas en su bien, con el fin de ayudarle a usted, permítame explicarle mejor- hablo en un perfecto ingles aquel pequeño y bondadoso anciano, a lo que el teniente tratando de disimular su dolor, trataba de acomodarse un poco, buscando la posición que mejor le permitiera escucharlo mejor, esbozando con sus labios una mueca que recordaba vagamente,  lo que podría ser una débil sonrisa.

_ Sr. Wilson, a lo largo de muchos siglos, nuestra orden a gozado de fama por los profundos y sagrados conocimientos del cielo que hemos llegado a acumular, astronómicos los llamarían ustedes, a lo largo de todos esos años hemos ido perfeccionando nuestro saber y hemos aprendido grandes cosas sobre algunas simples verdades, una de ella Sr. Wilson, es que la vida del hombre sobre este mundo es muy efímera, nuestra existencia es tan solo un pequeño estado de una gran evolución que nos acerca al universo, nuestra vida aquí nos es más que un breve paso hacia la presencia de Dios la muerte no es tan mala como pensamos, y discúlpeme, yo se que no le es agradable que le diga estas cosas encontrándose en su situación, pero es necesario, su alma, su esencia formara parte del gran todo, ocupara su lugar en el universo, el lugar que usted escogió, y a allí, como todo, usted también formara parte de Dios, porque el esta en todo y todo formara  parte de el, el uno es todo y el todo es uno, sin principio ni final, por siempre. Sr. Wilson, usted al igual que todos nosotros, que todos los seres que existen, formara parte de este universo, y a su vez, y llegado el tiempo, formara parte de otro, estando cada vez más cerca del Dios, de la Suprema Energía, de la esencia de la propia creación. Todo es parte de un divino plan, de una gran cadena.

A lo largo de todas estas noches nosotros le hemos estado preparando cuidadosamente el camino que debe transitar Sr. Wilson, usted a elegido el sitio, nosotros lo llamamos Chang-Shi, esta en una nebulosa a la que ustedes todavía no le han dado nombre, un sitio ideal el que ha elegido usted, allí es donde su esencia ira a parar para seguir evolucionando para formar parte del universo, no debe tener miedo Sr. Wilson pues allí su percepción de las cosas será muy diferente, y conocerá que la vida, que el concepto que tiene de ella emana, es muy diferente del que ahora tiene y vera ampliado maravillosamente su percepción sobre ella, se que todo esto le resulta difícil de comprender para usted, pero créame, a sido así desde el principio, ya vera usted, ya lo comprenderá - , dicho esto ,el Gran Lama cerrando los ojos y con un profundo gesto de meditación, aguardo por las palabras del teniente. Este  haciendo un sobrehumano le indico que había comprendido. Agarro débilmente una de las arrugadas y ancianas manos del Lama y le hizo saber que quería ver por ultima vez aquel sitio que había elegido.

A una señal de su líder, varios monjes entraron y cargaron su lecho llevándoselo afuera.  Una vez hecho esto, permanecieron a su lado entonando unos misteriosos cánticos, el teniente haciendo un ultimo y sublime esfuerzo, se incorporo lo mejor que pudo para dirigirle una ultima mirada a aquel punto del estrellado cielo. Poco a poco, aquella pálida claridad se fue difuminando hasta quedar todo completamente oscuro. Cayendo pesadamente sobre el lecho expiro, aquel hombre había muerto.

Acto seguido, su cuerpo fue delicadamente transportado hacia un horno funerario que permanecía encendido para tal fin, y así, mientras una delgada y blanca voluta de humo ascendía hacia el cielo proveniente de aquel horno, allí en un distante punto del cielo de aquella región, en una pálida y casi difusa claridad sobre la negra bóveda celeste, aparecía de pronto para la alegría y satisfacción de aquellos monjes,  un brillante punto de luz.

Aquella noche había nacido una estrella, una nueva estrella.


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Bueno amigos, espero que les haya gustado, y a hora a disfrutar el día, hay que aprovechar que todavía hay buen tiempo, sol, agradable clima y que todavía se puede uno bañar en el mar.
Recuerden, las mejores cosas de la vida, las que realmente importan son gratis, no cuestan nada.
Mis saludos desde esta parte del mundo.
Cuídense.

1 comentario:

  1. No sabia como dejarte un mensaje ya que no tengo cuenta de google, tengo solo hotmail, pero bueno a lo que iba, me encanto tu cuento, sobre todo el final. Muy bonito. Siempre me han gustado los cuentos con mensaje. Espero leer más cuentos suyos.
    Luisa G.

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