domingo, 19 de enero de 2014

"Estado de gracia", ....el primero por el pecho.

Hola amigos.

Atrás han quedado ya los días de turrón, regalos y de fiestas navideñas y poco a poco hemos ido regresando con mayor o menor ganas a nuestras rutinas diarias con los bolsillos llenos de los mejores propósitos para este nuevo año.
Y bueno mientras esperamos a que estos lleguen lo mejor sera ponernos otra vez a trabajar en lo que tanto nos gusta, escribir y buscar buenos temas interesantes para traérselos a ustedes amigos, el motivo real de existencia de este blog.
Adicionalmente a los temas que normalmente publico en el blog he estado terminando alguna de las historias y relatos en las que me gusta trabajar cada vez que puedo,bueno realmente cuando me bajan las musas, aunque no lo hacen con la frecuencia que yo quisiera, por lo que las historias hay van saliendo poco a poco, ya saben lo que se dice sobre las buenas comidas, se tienen que ir haciendo poco a poco, así que paciencia, a medida que las vaya terminando las iré publicando.
Por poco lo olvido, quería comentarles que este blog esta compitiendo este año en el concurso de blogs Premios 20Blogs que patrocina el diario digital 20minutos.es, estoy compitiendo en la categoría Blogosfera, así que si os gusta lo que escribo y queréis votarme os invito a participar, os doy las gracias por adelantado, y bueno como por algo hay que comenzar, aquí va la primera historia, algo corta pero que espero les guste, y bueno como decían en las viejas películas del oeste "hay tienes forastero, el primero por el pecho".


Estado de Gracia.

Aquel día podía haber sido como cualquier otro.
Me encontraba como casi todas las mañanas sentado en una de aquella mesas trabajando en mi última novela, dándole los últimos toques, lo que me demandaba un esfuerzo de concentración en ubicar pequeños errores y solucionarlos, ya que me había fijado una fecha para la pronta entrega del borrador a la editorial para su revisión y posible publicación por lo que no quería demorar más tiempo las cosas, ademas de que confieso de que necesitaba algo de dinero, por lo que quería terminar pronto con aquella rutina.

Y como rutina y siguiendo mis propias cabalas y supersticiones siempre me sentaba en el mismo sitio y en la misma mesa, llevaba meses haciéndolo, ya que el sitio donde me sentaba estaba justo a una cercana columna a mano izquierda y donde se encontraba convenientemente una solitaria toma de corriente, la que religiosamente de lunes a viernes y entre 10 a 14 horas, aunque a veces había podido estar desde las 9, se había convertido en mi posesión particular y gracias a la misma había podido conectar mi ordenador personal facilitándome grandemente la labor de la creación y escritura de mi más  reciente novela.

Como cada  día, desde hacia unos meses, y no sabia explicar el motivo, pero siempre entre los foráneos y esporádicos compañeros de mesa, había uno que hasta el momento que repare en el, en su presencia, recordé que siempre había estado allí. Se sentaba enfrente de mi, en el otro lado de la mesa. Y ahora que lo pienso tenia la apariencia de una persona normal de esas de mediana edad que normalmente podemos ver sentada en cualquier biblioteca ocupada aparentemente en el grato placer de la lectura. Quizás podría aparentar unos 60 años o más, delgado, más o menos de mi propia altura, de tez un tanto cetrina, con una misteriosas y peculiares gafas de montura de carey oscuras de las que nunca realmente vi se quitara en ningún momento, casi calvo  con un peculiar bigote y perilla a lo Salvador Dali, o de mago del vodevil de la escena de los años 20, que le confería un aspecto peculiar por no decir misterioso.

Entre mis continuas cavilaciones mientras poco a poco con el paso del tiempo iba sacando de la imaginación el argumento y los giros más importante de mi novela, podía dedicarle fugaces miradas a su espacio en la mesa. Siempre a su mano derecha y en perfecto orden había una columna que podía tener quizás unos 10 o más libros, en su mayoría gruesos tomos, que nunca pude descubrir si eran antiguas enciclopedias o libros similares, a su mano izquierda había otra torre más pequeña de tres o cuatro libros y por las portadas podría deducirse que podían ser algunas novelas, y siempre enfrente de el tenia un libro abierto del que tomaba constantemente notas las que anotaba con una particular letra de extraños garabatos los que en los pocos y fugaces momentos que le podía dedicar sin que se diera cuenta que lo miraba, nunca pude llegar a entender, por lo que asumí estaría escribiendo en alguna lengua extranjera y que se trataba de algún posible jubilado de algún país del norte o del este de Europa, como tantos otros que vivían en la ciudad.

Es curioso pero a pesar de haber compartido espacio y cercanía en aquella mesa nunca nos dirigimos la palabra, aparentemente el nunca me dedico una mirada siquiera, siempre se comporto ahora que lo pienso como si yo nunca estuviera alli, o cualquier otra persona que se hubiera sentado en la mesa a nuestro lado. Y También descubrí con el tiempo que el misterioso amigo siempre parecía ir vestido de negro o de gris oscuro con unas ropas que parecían muy arrugadas o algo ya quizás pasadas de moda, pero la verdad que uno no podía estar seguro con los gustos de los extranjeros que compartían espacio con nosotros, y en particular con su forma de vestir. A parte de eso me llamo la atención el observar que cuando dejaba aparentemente de tomar aquellas notas y anotarlas en forma de extraña grafía que siempre se me asemejaban a lo que pudieran ser cifras y arcanos símbolos en aquella pequeña libreta de descoloridas hojas rebosantes de múltiples garabatos. Sucede que un día por un descuido y mientras me levantaba para estirar un poco lo músculos de la espalda, ya que el hecho de pasar horas allí sentado escribiendo hacia que se entumeciera horriblemente, que pude ver que tenia entre sus manos y casi como escondido entre las hojas de la libreta, algo parecido a un móvil, un poco grande la verdad, pero que podía encajar perfectamente en lo que uno tiene en mente al imaginar un moderno smartphone, aunque por más veces que después de aquella ocasión pude volver a mirar, definitivamente en aquel objeto había algo que no encajaba completamente dentro de lo que uno entendía como normal. Así entre paginas de mi novela, poco a poco descubrí que muchas veces y sin despegar la vista de las notas que escribía, sacaba ese objeto y se ponía durante un tiempo que podía variar de una ocasión a otra, pero siempre dándome la intención de hacerlo durante mucho rato, a jugar con el lo que parecía un extraño y para mi desconocido juego con alguna especie de baraja. Con lo que parecía ser una uña que hubiera dejado crecer únicamente para ese fin, iba tocando la pantalla de aquel aparato y realizando combinaciones o figuras con lo que parecían ser las cartas de un desconocido y colorido mazo.

Cuando después de jugar y realizar mil y una combinaciones de posiciones en las barajas y cuando al parecer encontraba alguna que era de su gusto, volvía a anotar de manera frenético unos raros garabatos en su libreta o cuadernillo, y sin evocar gesto alguno que delatara su estado de animo, procedía a cerrar la misma y guardaba en un bolsillo el móvil o lo que fuese aquello. Acto seguido procedía a sacar de una especie de pequeño bolso del que hasta el momento no haba reparado estuviera allí, una pequeña caja metálica decorada con algunas imágenes, de esas que se usaban en otras épocas para guardar el tabaco, y abriéndola sacaba lo que pensaba yo seria alguna especie de pequeño y esbelto cigarro. Se levantaba, le daba un pequeño vistazo a sus cosas y era una de las pocas ocasiones creo, en que le dedicaba una fugaz mirada a los que compartíamos la mesa y procedía a salir de allí. Luego sencillamente salia de la biblioteca, imaginaba yo iría a la calle o al parque que había cerca para fumarme su cigarro. Siempre sucedía que estaba yo tan concentrado en la escritura de mi novela que nunca podía percatarme de cuando regresaba, solo me daba cuenta que estaba otra vez allí por el particular olor que lo acompañaba siempre a su regreso y el que se introducía muy profundo en la nariz, muy parecido al amoniaco, o al azufre o algo similar, no sabría decir si era sudor o quizás el olor de aquello que se fumaba, pero lo cierto es que aparte de mi, aquel misteriosos y al principio siempre desagradable olor, que aparentemente a mas nadie molestaba.

Cuando regresaba y se volvía a sentar para volver sumergirse en aquella predecible rutina de volver a llenar su libreta de aquellas misteriosas anotaciones, podía ver que por unos pocos instantes su cara lucia como manifestando un profundo y misterioso estado de gracia, nunca podría explicar realmente aquel cambio en su rostro que duraba tan solo unos breves instantes, pero era como imagino seria ver de pronto a alguien que pasara por un estado de éxtasis místico, o mejor me gustaba llamarlo "un transitorio y sublime estado de gracia".

Luego de aquello todo volvía a repetirse a lo largo de la mañana y siempre igual a lo largo de los innumerables días en que como vecinos misteriosos, nos estuvimos sentando juntos, uno enfrente del otro en aquella amplia mesa de aquel silencioso rincón.

Así fuero transcurriendo los días, las semanas y los meses, en lo que a veces como  en un juego , trabaja de llegar muy temprano a la biblioteca, pero siempre cuando así podía hacerlo y me dirigía hacia la que consideraba ya mi mesa, resulta que me lo encontraba ya sentado allí en el mismo sitio, y rodeado siempre por las aquellas torres de libros, que siempre parecían ser distintos y los que en ningún momento observe le dedicara tiempo en hojear alguna de sus paginas, solo tenia tiempo aparentemente para dedicarle al libro de turno que tuviera abierto ese día, a su libreta y como no a su misterioso juego de cartas y al que parecía dedicarle reverencial adoración mientras con aquella estilizada uña de su dedo meñique realizaba sobre la pantalla de aquel aparatoso móvil, mil y una combinaciones de figuras hasta encontrar aquella que correspondía ciertamente con aquello que había anotado quizás en su libreta.Y asi era hasta que poco antes de terminar con mi jornada diaria de escritura, resulta que al alzar la vista para comenzar a recoger mi equipo, me daba cuenta que mi misterioso vecino ya no estaba allí, se había marchado sin darme cuenta ni cuando ni como.

Tarde llego pero lo hizo, sucedió que por fin llego el día, y termine de dar la ultima revisión a la ultima pagina de mi novela, y cuando llegue por fin emocionado a la palabra "Fin", caí en cuenta de que desde hacia varios días no lo había vuelto a ver, no había regresado más a la biblioteca.
Quizás había terminado de hacer también su trabajo, quizás como yo también se dedicaba a escribir alguna especie de desconocido manuscrito y al recopilar toda la información que necesitaba había regresado a su hogar. Al final me quedaría con el misterio, de saber quien era el?, a que se dedicaba al hacer esas anotaciones?, de donde venia?, porque siempre parecía estar vestido con la misma ropa?, cual era exactamente aquel particular y desagradable olor que siempre parecía acompañarlo a su regreso?, o lo más importante o banal quizás, que juego de cartas era ese al que le dedicaba tanto tiempo sin sentido aparente alguno?, realmente era aquello un juego o realmente se trataba de algo más?, algo con un sentido, misterioso, desconocido, u oscuro quizás?.

Al final nunca lo supe,lo único que si puedo contar es que un día, algún tiempo después de su ultima visita a la biblioteca, me dirigí a ella con el objeto de preparar material para un nuevo relato y cuando me dirigía a la mesa donde siempre acostumbraba sentarme y en la que habíamos compartido silenciosa compañía durante tanto tiempo, sucedió que al retirar la silla para tomar asiento, encontré sobre ella una extraña carta, en la que en uno de sus lados y sobre un fondo blanco aparecía tan solo una figura o garabato extraño que no podía identificar, pero que por el trazo me hacia recordar alguna especie de serpiente o reptil, con dos extraños símbolos o números en su extremo superior derecho e inferior izquierdo, y por el otro lado había sobre fondo negro un pequeño circulo blanco colocado en el centro de la misma. Eso era todo, una misteriosa baraja, eso era lo que tenia en mi mano, que significaría y para que me la había dejado allí, no lo sabría, ni siquiera podría decir que estuviera dirigida a mi, quizás habría sido casualidad, para mi seria siempre un misterio, y por que no la vida siempre ha estado llena de misterios, y a mi siempre me han gustado los misterios, quizás por eso la habían dejado allí, para que yo la encontrara.

Y por que no, aquella podría ser quizás una carta del destino, misteriosa carta de un desconocido y arcaico juego del Tarot que algún ser misterioso me había dejado allí con algún oscuro fin. La carta de mi destino, así que mientras descubría su verdadero significado, resolví  que lo más razonable seria guardarla en lugar seguro, uno nunca sabe, pero tal vez algún día podría volver a encontrarme con aquel extraño y quizás, solo quizás me podría atrever a hacerle algunas preguntas.
Si, ahora que lo pienso a eso probablemente se debía la expresión de aquel sublime estado de gracia que embargaba toda su cara cada vez que regresaba de esos misteriosos paseos, si quizás era eso,  el sentimiento que lo inundaba cada vez que había entregado a alguien alguna de aquella misteriosas cartas. ¿Era él un mensajero del destino? o ¿era el que secretamente manejaba el destino del mundo?.
Quizás  nunca llegare a saberlo, pero bueno uno nunca sabe.
                                   
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Bueno amigos este ha sido el primero del año, espero les haya gustado.
Hasta la próxima entrada.
Cuídense.




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